EN ÉL SOMOS, NOS MOVEMOS Y EXISTIMOS… (HECH. 17, 28)
Con estas palabras, San Pablo se dirigió a los atenienses en el Areópago, tratando de hacerles entender que Dios no está lejos de nosotros. Para nosotros, los cristianos, es más patente todavía. Comenzamos nuestra vida cristiana, recibiendo el bautismo, en donde recibimos la ablución del agua “en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. Y toda la liturgia, los actos de culto que son manifestación de nuestra fe, está orientada a la alabanza de la Santísima Trinidad. Con respecto a esto último, quiero llamar tu atención sobre dos actos de culto. Uno que lo hacemos casi a diario (la señal de la cruz) y el acto de culto por excelencia: la Santa Misa. Cuando hacemos la señal de la cruz decimos: “En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo”. Es un pequeño, pero significativo acto de fe. Indica que lo que hacemos, o al menos, en ese momento, invocamos el misterio central de nuestra fe. La pregunta oblig