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Mostrando entradas de abril, 2013

Jesús nos ama

                Hemos escuchado en el Evangelio de hoy las palabras del Maestro: “ Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros, como yo los he amado ”. Es interesante.             Jesús, el Señor, es el modelo. Porque Él nos ha amado primero, nos enseña cómo debe ser el cumplimiento de este mandato.             Si el padre en la Misa te preguntara: ¿sabes que Jesús te ama?, no dudo que la respuesta sería: Sí, lo sé. Pero, ¿verdaderamente lo sé? ¿cómo sé que Jesús me ama?             El primer paso para comprender y vivir esta verdad grande como una casa, es el siguiente: amar es buscar el bien de otro sin ningún tipo de interés. Sin este presupuesto, no se puede comprender el resto del mensaje.

El Buen Pastor y los buenos pastores

El Señor en los Evangelios se aplica el título de Buen Pastor. Para una sociedad “citadina” la figura es extraña. El pastor es la persona que guarda, guía y apacienta el ganado, especialmente el de ovejas. Jesús usa el símil del pastor y las ovejas para referirse a Él y nosotros. El mismo empeño que un buen pastor pone en guardar, guiar y apacentar a las ovejas, es el mismo empeño que Nuestro Señor tiene con nosotros. El capítulo 10 del Evangelio según San Juan contiene una declaración completa del Señor. La figura del pastor no es nueva en la Sagrada Escritura. De hecho, para el Pueblo de Israel el Pastor era Yahweh: “ El Señor es mi pastor: nada me falta ” (Sal 23, 1) y así se dirigen a Él: “ Escucha, pastor de Israel, que guías a José como un rebaño, tú que te sientas en los querubines resplandece delante de Efraín, Benjamín y Manasés. ¡Despierta tu valentía, ven y sálvanos! ¡Oh Dios, retómanos en tus manos, haz brillar tu faz y sálvanos! ” (Sal 80, 2 – 4). Los prof

Saber escuchar la voz de Jesús

Uno de los grandes defectos que tenían los paisanos del Señor es que no sabían escuchar. Dejaban que otras cosas o sentimientos ocuparan el corazón a tal punto que no reconocían donde estaba presente el Señor. En la primera lectura de la Misa, los Apóstoles, después de haber sanado al paralítico de la Puerta Hermosa del Templo de Jerusalén, comienzan a predicar a Jesucristo. Los detiene la policía del Templo y los llevan   al Sanedrín (Consejo de Ancianos de Israel). Ante los allí reunidos, proclaman al Jesús como el Señor. Quieren prohibir a Pedro y los demás discípulos que hablen de Jesús. Pedro, un pescador sin mayor grado de instrucción, les dice: “ Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres ”. No por el hecho de que los amenacen o persigan van a dejar de dar testimonio del nombre de Jesús. El Sanedrín sabía que los apóstoles estaban allí porque habían sanado a un hombre. Igual escuchamos en el Evangelio. El Señor, desde la orilla, llama a sus discípulos,

¿Qué es la misericordia?

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Seguramente lo primero que nos vendría a la mente es un concepto similar a “compasión” o “lástima”. Probablemente en el lenguaje ordinario sea así, pero, en el lenguaje bíblico es un concepto mucho más rico. Lo primero que hay que resaltar es que la misericordia es fruto del amor. Si las acciones no están movidas por el amor, no tienen mérito ante Dios. Esa es la razón por la cual Jesús nos enseña que se puede ayudar a alguien, pero si la intensión no es movida por el amor, no vale a los ojos de Dios: “ Guárdense de las buenas acciones hechas a la vista de todos, a fin de que todos las aprecien. Pues en ese caso, no les quedaría premio alguno que esperar de su Padre que está en el cielo. Cuando ayudes a un necesitado, no lo publiques al son de trompetas; no imites a los que dan espectáculo en las sinagogas y en las calles, para que los hombres los alaben. Yo se lo digo: ellos han recibido ya su premio ” (Mt 6, 1-2). La misericordia es un atributo divino. Ya lo hemos esc