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Mostrando entradas de noviembre, 2012

Jesucristo es Rey

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             La Sagrada Escritura está plagada de referencias al Reinado de Cristo. Desde la profecía de Natán (2 Sam 7, 12 – 16), pasando por el anuncio de Juan el Bautista (Mt 3, 2) hasta las hermosas palabras de San Pablo (1Cor 15, 24 – 28). Jesús se aplica ese título a sí mismo en muchas ocasiones. Hoy, en el Evangelio de la Misa, Jesús no solo afirma ser Rey, sino que, además, da varias pistas de su reinado.

Jesús vendrá al final de los tiempos

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Este año dedicado a la renovación de nuestra fe es una ocasión propicia para que profundicemos en el contenido de lo que creemos. Uno de esos contenidos es la segunda venida de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo.                 Forma parte de la enseñanza de los Apóstoles el que, al final de los tiempos, Nuestro Señor Jesucristo vendrá por segunda vez a instaurar de manera definitiva su Reinado. El mismo Señor lo anunció y así lo leemos en los Evangelios. La segunda venida de Cristo Jesús está en el credo, en la profesión de nuestra fe que hacemos cada domingo: “ subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos ”.                 La narración de la segunda venida está hecha en el lenguaje propio de los judíos quienes usaban imágenes exageradas para anunciar algo importante.

Dios no aprecia las migajas

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Desde los inicios de la humanidad según la Biblia, ha existido la mezquindad para con Dios. Dios se ha encargado de hacer saber que no aprecia que le den el “sobrado” o lo que no nos causa incomodidad. En el sacrificio de Caín y Abel, Dios acepta el de Abel porque ofreció las primicias de su trabajo (lo primero para Dios) y no el de Caín que simplemente ofreció algunos frutos de la tierra (Gn 4, 3-5) Cuando se instaura en el culto de Israel los sacrificios a Dios, Dios establece los criterios con claridad: “ Cuando alguien ofrezca vacuno como sacrificio de comunión, ya sea macho o hembra, ofrecerá un animal sin defecto ” (Lev 3, 1). Cuando se dejaba de lado esta exigencia del Señor, Él mismo la reclama: “ El hijo honra a su padre; el servidor respeta a su patrón. Pero si yo soy padre, ¿dónde está la honra que se me debe? O si yo soy su patrón, ¿dónde el respeto a mi persona?...

¡Tú sabes cómo!

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Para comprender mejor el pasaje del Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy, es importante que reparemos en algunos detalles. Los escribas eran unos personajes que tenían como oficio el estudio de la ley. Serían, más o menos, como los abogados de hoy. En los tiempos en que vivió el Señor en Israel había distintos pareceres sobre los mandamientos que aparecen en el Antiguo Testamento. Eran 248 mandamientos y 365 prohibiciones (entre ellos se encontraban los Diez Mandamientos). Algunos pensaban que todos eran importantes, otros decían que algunos eran más importantes que otros. El resultado final es que se daban discusiones entre los diferentes maestros de la ley. No era raro, pues, que un escriba se acercara a Jesús, que tenía fama de Maestro, a preguntarle su opinión sobre cuál de los mandamientos es el más importante. La respuesta de Jesús es sencilla y demoledora: