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Mostrando entradas de diciembre, 2010

La Base fundamental de nuestra fe

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Siempre es necesario, como dice aquel cantante, buscar el fondo y su razón. De lo contrario, corremos el peligro de hacer las cosas automáticamente, pero sin saber por qué las hacemos. La Navidad, la solemnidad del nacimiento de Cristo, es una oportunidad especial para que recordemos la base fundamental de nuestra fe. Muy por el contrario de lo que la mayoría de la gente piensa, la base fundamental de nuestra fe no es la de creer en un solo Dios. Lo que hace especial y única nuestra fe es el que Dios se hizo hombre y está con nosotros.

Esperanza, no desilusión

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La última parte del libro de Isaías se llama “el libro de la consolación”. Fue escrito en la época en que Israel fue deportado a Babilonia y en el territorio de Israel se vivía una pobreza y necesidad atroz. Dios envía a los profetas para decirles que no pierdan el ánimo, que esa situación es pasajera, que Dios no olvida su promesa, que deben mantenerse firmes y que el Ungido del Señor dará un sentido pleno a todas las promesas de Yahweh. La Iglesia nos propone diversos pasajes de este libro de la consolación para que consideremos este mensaje del Señor durante este tiempo de Adviento.

La Inmaculada Concepción de la Virgen María

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Palabras del Papa Benedicto XVI en el Ángelus del 8 de diciembre de 2010.  (Traducción A.R.) Hoy, nuestra cita para la oración del Angelus adquiere una luz especial, en el contexto de la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María. En la Liturgia de esta fiesta se proclama el Evangelio de la anunciación (Lc 1, 26-38), que contiene, precisamente, el diálogo entre el Ángel Gabriel y la Virgen. “Alégrate, llena de gracia: el Señor está contigo” –dice el mensajero de Dios, y en este modo revela la identidad más profunda de María, el “nombre”, por así decirlo, con el cual Dios mismo la conoce: “Llena de gracia”.

Vivir según el Espíritu de Jesús

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Desde hace años, para ser exacto, desde el inicio de su Pontificado, el Papa Benedicto XVI ha venido denunciando un fenómeno al que ha llamado “la dictadura del relativismo”. El Santo Padre da este nombre a la pretensión de los seres humanos de defender el libertinaje bajo el pretexto de que nada es bueno o malo absolutamente, sino que eso lo decide cada quién.