Entradas

Agradecimiento y Salvación

  Las lecturas de hoy gozan de una belleza particular y de un muy rico contenido. Aunque se pudieran reflexionar sobre múltiples tópicos, hoy a quedarme con dos reflexiones.  Bien sea en la primera lectura ( 2Re 5, 14-17 ) que en el Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy ( Lc 17, 11-19 ), vemos, por una parte, la actitud de agradecimiento de Naamán , un general sirio , y, por otra parte, un samaritano que se acerca a agradecer a Nuestro Señor Jesucristo . Lo primero que salta a la vista es que ninguno de los dos pertenecía al pueblo de Israel . De hecho, pertenecían a poblaciones rivales en su momento. Y ambos de alguna manera manifiestan la fe en el Dios único vivo y verdadero .  Como podremos deducir fácilmente, no se requiere alguna particular disposición externa para acercarse a Nuestro Señor Jesucristo. La segunda cosa es que ambos tienen en común es que estaban afectados de la lepra . En la tradición bíblica, para referirse al pecado que arruina el alma de un hom...

Dios no te salvará sin ti

  Hay una de esas frases lapidarias pronunciadas por San Agustín que dice: Dios que te creó sin ti no te salvará sin ti. Con esa frase, San Agustín quería hacer saber a todos que para que podamos alcanzar la felicidad eterna es necesaria nuestra participación, de tal manera que, sin nuestro consentimiento y nuestra conducta, no es posible ir al cielo. En otras ocasiones hemos tenido la posibilidad de reflexionar sobre lo que significa realmente la fe: es hacer el obsequio de nuestra inteligencia y nuestro corazón a Dios. Así, la palabra de Dios, su mensaje de salvación, son el faro seguro que nos guía en medio de la oscuridad y las adversidades. Ignorar la Palabra de Dios es igual que rechazarla. Aquel que se muestra indiferente, en la práctica, es lo mismo que rechazarla puesto que en ambos casos no se da la entrega del corazón a Cristo. La fe requiere que nosotros estemos dispuestos a buscar y cumplir la voluntad de Dios en todas las circunstancias. Por eso hoy y hasta el final d...

No esperes algo extraordinario

  Las lecturas de la Santa Misa de hoy nos dan muchísimos puntos para reflexionar. Me permitiré detenerme en dos. En la primera lectura, del profeta Amós (6, 1a. 4-7), el profeta denuncia con un lenguaje directo lo que en teología se llama la hipocresía religiosa. Hace una fuerte crítica de aquellas personas que se dedican a prácticas que no son consecuentes con el mensaje del Evangelio y que pregonan que ellos son los que cumplen la voluntad de Dios. En otras palabras, llevan una vida disoluta y se presentan ante todo el mundo como si fuesen ellos los perfectos seguidores de Cristo.  La gran maldad de la hipocresía religiosa es que se aparta de aquella indicación del Señor de "amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo". El hipócrita religioso solo se busca a sí mismo, Y como dice el profeta: " no se preocupan por las desgracias de sus hermanos ".  El Evangelio (Lc 16, 19-31) que escuchamos hoy es la parábola conocida como el rico Epulón y el po...

Contra el pecado, el amor de Dios

 Las lecturas de hoy nos hacen recordar algo que experimentamos con frecuencia a lo largo de nuestra vida: nuestra naturaleza humana puede hacer que apartemos nuestro corazón de Dios y obremos mal. La experiencia del pecado es algo frecuente en nuestra vida.  En la primera lectura (Ex 32, 7-11. 13-14) escuchamos como Dios le hace saber a Moisés que el pueblo al que sacó con brazo poderoso lo cambió por una imagen a quien llamó "dios", un becerro de oro. Ya esto resulta una llamada de atención para nosotros: es muy fácil que podamos nosotros atribuir al poder de Dios a una serie de artefactos (a los que suelen llamar amuletos, ilde, protecciones, etc.). Y aunque parezca inofensivo (y es lo que el demonio quiere que nosotros creamos), eso hace que apartemos el corazón de Dios todopoderoso. Creer que un pedazo de plástico o de cualquier otro material tiene un poder superior al de Dios es cometer el mismo pecado que el pueblo de Israel con el becerro de oro. En la segunda lectura...

EL CAMINO SEGURO DE LA FE

 Las lecturas de hoy tienen una profundidad especial. Nos lleva a considerar el papel de la fe en la vida del creyente. Y no es un tema fácil de abordar.  En la primera lectura del libro de la Sabiduría (9, 13-19) el autor se hace un cuestionamiento que ha sido recurrente a lo largo de la historia: los razonamientos de los seres humanos no están exentos de error. Por una parte, los defectos de nuestra manera de razonar y, por otra, nuestra vinculación con cosas materiales, que son limitadas, hacen que la capacidad de razonar y de alcanzar la verdad libres de error sean particularmente arduos. El autor da respuesta a esta interrogante acudiendo a la fe:  " ¿Quién conocerá tus designios, si tú no le das la sabiduría, enviando tu santo espíritu desde lo alto? Sólo con esa sabiduría lograron los hombres enderezar sus caminos y conocer lo que te agrada. Sólo con esa sabiduría se salvaron, Señor, los que te agradaron desde el principio ". Ahora bien, en nuestra actividad cotidi...

Librarnos del peso de la soberbia

 Las lecturas de hoy tienen un tema que destaca: la soberbia como un enemigo del creyente. Así nos resulta ineludible hacer una reflexión sobre el pecado capital de la soberbia y su remedio, la virtud de la humildad. La soberbia consiste en un amor desmedido de sí mismo y el deseo de ser preferido y admirado por los demás. No es difícil entender entonces por qué es un enemigo del creyente: se convierte en un obstáculo inmenso para que la Palabra de Dios dé fruto en nosotros. El soberbio tiene como único criterio a sí mismo, con lo cual, la Palabra de Cristo no tiene valor real para él en su vida. Escuchamos en la primera lectura: “No hay remedio para el hombre orgulloso, porque ya está arraigado en la maldad” (Ecclo 3, 28) El remedio al mal de la soberbia es la virtud de la humildad. Lejos de la caricatura del “humilde” como una persona que es callada y con la mirada perdida, la humildad es, básicamente, el conocimiento de sí mismo, de sus propias limitaciones y virtudes. El humild...

La reprensión como una señal de amor

 Puede resultar llamativo y hasta reluctante con las “modernas teorías” de psicólogos y afines. Hoy la reprensión es vista con malos ojos porque se le atribuye –erróneamente– que es la causa de diversos males modernos. Y nada es más erróneo. Cuando un padre reprende a su hijo por algo malo que hizo, no lo hace porque no ame a su hijo, todo lo contrario: precisamente porque lo ama, lo corrige para que se aparte del mal camino o deje de hacer eso que es malo y pernicioso. Y así nos lo enseña la Palabra que escuchamos hoy: “ ¿qué padre hay que no corrija a sus hijos? Es cierto que de momento ninguna corrección nos causa alegría, sino más bien tristeza. Pero después produce, en los que la recibieron, frutos de paz y de santidad ” (Heb 12, 7.11). Hoy la reprensión y el esfuerzo no se ven con buenos ojos. La defensa a ultranza de la libertad, de la autoestima y del hedonismo se han convertido en los ejes transversales de toda actividad humana. Desde esta perspectiva, el cristianismo se v...