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Responsables de la tradición

  Hoy que celebramos la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo – Corpus Christi – es obligatorio recordar nuestra fe en la presencia real de Jesús en la Eucaristía. La Iglesia, desde siempre, ha creído firmemente que, después de las palabras de la consagración por el sacerdote sobre las especies de pan y vino, Nuestro Señor Jesucristo se hace presente con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad. San Pablo da testimonio de que lo que hoy llamamos la Santa Misa tiene su origen en el mismo Jesucristo, en su última cena pascual con los discípulos: “Yo recibí del Señor lo mismo que les he transmitido” (1Co 11, 23). Y el contenido de la fe, de nuestra fe, se transmite de generación y es la comunidad de creyentes la responsable de transmitir lo que hemos recibido. Eso se llama tradición. Quiero precisar un poco más: no solo es la Iglesia como institución, sino también la Iglesia como comunidad de fieles. Y es en este sentido en el que podemos afirmar que todos los creyentes somos res...

Domingo de la Santísima Trinidad

El domingo siguiente a la solemnidad de Pentecostés la Iglesia celebra el domingo de la Santísima Trinidad. Es un domingo especial para renovar nuestra fe en el proyecto de salvación que Dios tiene para nosotros. No es del todo fácil entender la historia de la salvación. De hecho, es muy fácil distorsionarla. Cualquier persona puede decir que Dios es un ser malvado por crear un hombre, permitirle hacer caer en la tentación que conlleva una vida cargada de sufrimientos y de males producidos por otros.  ese razonamiento pernicioso lo puede decir un hombre que no tiene fe y que no conoce bien el mensaje de salvación. No es cierto que Dios hizo al hombre para después castigarlo. Eso sería ignorar el bien más grande que nos ha dado Dios como ser humano: la libertad. Si Dios nos hubiese creado autómatas, entonces no tendríamos ningún mérito. Seríamos como unos juguetes. En realidad, somos el fruto del amor de Dios. Dios nos ha creado porque nos ama y porque quiere que cada uno de n...

El Señor de la misericordia

 Este domingo se llama, por disposición del Papa San Juan Pablo II, Domingo de la Divina Misericordia. Y esa palabra – misericordia – la hemos escuchado en diversas oportunidades en nuestra celebración. No está de más que recordemos qué cosa es misericordia . Y no falta razón, porque se ha hecho gran uso de ese término en la Iglesia, que al final puede terminar significando algo distinto. A veces se le llama compasión, piedad o lástima. Pero nada de eso dice que es la misericordia en sentido bíblico. La misericordia es amor. Esa es su esencia. Es amor con la persona necesitada espiritual o materialmente. Por eso misericordia no es compasión, no es piedad, no es lástima. Es amor. Es fácil entender también por qué Jesús es el Señor de la Misericordia. No hay nadie más dispuesto a venir a nuestra necesidad que Él. Y la necesidad más grande es el perdón de los pecados.  Hoy el mundo de empeña en desacralizar todo. El hombre goza de una peculiaridad: si no “cierra capítulos” de su ...

Lo que importa es lo que diga el Señor

 El pasaje del Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy es conocido como el de la mujer adúltera (Jn 8, 1 -11). Una mujer fue sorprendida cometiendo adulterio. La ley mosaica ordenaba la condena a muerte a los sorprendidos en adulterio (Dt 22, 22).  El Señor se encontraba en Jerusalén, y un día subió al Templo. Los fariseos y escribas llevaron a la mujer ante Jesús. Su intención era clara: poner a prueba al Maestro. Ante la severidad de la pena establecida por la ley, le preguntan a Jesús: “¿Tú que dices?”. Nuestro Señor se tomó su tiempo. Ante la insistencia, el Maestro les deja una frase que demuestra su sabiduría: “ Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra ”.  En otros pasajes del Evangelio, el Señor nos invita a no sentirnos moralmente superiores erigiéndonos en jueces de los demás. Nosotros, con toda seguridad, tenemos nuestras deficiencias y debilidades, con lo cual no debemos sentirnos superiores a otros en ese aspecto. Los acusadores se fu...

siempre vamos a tener la oportunidad de cambiar

 Nuestro Señor Jesucristo, como es mejor de los maestros, aprovecha todas las ocasiones posibles para enseñar. Y hoy, en el evangelio (Lc 13, 1- 9), escuchamos una de esas tanta ocasiones.  Los romanos solían de cuando en cuando realizar algún acto cruel con el objeto de infundir el miedo de los pobladores y así garantizar su obediencia. Y refieren al Señor un hecho aberrante del Procurador Poncio Pilatos: había ordenado hacer un sacrificio y mezclar la sangre con la de algunos galileos. La mentalidad de la época era que si a alguien le ocurría algún evento pernicioso, era una suerte de castigo de parte de Dios. El Señor quiere quitar esa manera de pensar. Los accidentes ocurren. Eso no significa que sea un castigo de parte de Dios. Y el Maestro aprovecha esta circunstancia para invitar a la audiencia a la conversión. No hay que esperar a una ocasión especial para volverse a Dios de todo corazón. Por otra parte, el Señor, sirviéndose de una parábola, hace saber a sus discípulo...

La soberbia de la vida

  En la primera carta de San Juan (2, 16) se nos pide que nos alejemos de lo que hay en el mundo: la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida. En el evangelio de hoy (Lc 6, 39-45) escuchamos una masterclass de Nuestro Señor Jesucristo sobre lo que significa la soberbia de la vida. La soberbia es la actitud de la persona que está convencido de poseer una perfección tan alta que se cree superior a los demás y que, por lo tanto, tampoco acepta las correcciones de otro. El soberbio se permite criticar a todas las personas a su alrededor. No es difícil concluir que la persona soberbia cierra las puertas del corazón a la palabra de Cristo Jesús. El soberbio sufre de ceguera espiritual. No es capaz de reconocer que va por mal camino y aun así pretende imponerse como modelo y guía de los demás: « ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? » El soberbio encuentra defectos en todas las personas, que puede ser que la teng...

Todo esfuerzo por la paz, vale la pena

  Las lecturas de este domingo nos invitan a considerar una actitud del seguidor de Cristo. Todo esfuerzo que se haga para evitar el pecado y las diferencias entre los creyentes, vale la pena hacerlo. En la primera lectura (1Sam 26, 2. 7-9. 12-13. 22-23) escuchamos como el futuro rey David mantenía una diferencia con el rey Saúl quien le estaba persiguiendo para matarle. David tuvo la ocasión para hacerlo, pero decidió que lo mejor era que no. Le hizo saber al rey Saul, su perseguidor, que tuvo la oportunidad de quitarle la vida, pero no lo hizo. Con ello le mostraba a Saúl que él no tenía ningún ánimo de enfrentarle. En el Evangelio (Lc 6, 27 – 38) escuchamos como el Señor nos pide que hagamos cualquier esfuerzo para evitar las rencillas entre nosotros: “ Al que te golpee en una mejilla, preséntale la otra; al que te quite el manto, déjalo llevarse también la túnica. Al que te pida, dale; y al que se lleve lo tuyo, no se lo reclames ”. Evidentemente, no hay que tomar la literalida...