Temerosos de Dios
Hoy, domingo de la Sagrada Familia, escuchamos el relato de la promesa de Dios a Abraham (Gen 15, 1-6; 21, 1-3), el elogio que hace la Sagrada Escritura de la fe de Abraham (Heb 11, 8. 11-12. 17-19) y finalmente, escuchamos en el Evangelio el relato de la presentación del Señor en el Templo, con la hermosísima oración de Simeón (Lc 2, 22-40). Abraham, José y María tienen algo en común: son temerosos de Dios. El temor de Dios es un don del Espíritu Santo y una virtud del cristiano que muestra delicadeza en el trato con el Señor porque lo reconoce como el Ser Superior (el Altísimo). El temeroso de Dios se muestra dispuesto a cumplir su voluntad no por miedo al castigo sino porque es consciente de que todo viene de Él: la gracia, la fortaleza, el perdón… Nuestras familias no son perfectas. Son las familias que son. Tienen sus virtudes, sus fortalezas, sus defectos y debilidades. El fiel de esta época tiene una pesada carga psicológica al intentar comparar su propia familia con modelos de