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Mostrando entradas de octubre, 2022

Nadie es tan malo, ni nadie es tan bueno

Las lecturas de este domingo tienen una profundidad espiritual especial. Nos invitan a ver el trato de Dios con los hombres, desde los ojos de Dios. En la primera lectura (Sab 11, 22 - 12, 2), el autor del libro de la Sabiduría hace una reflexión sobre el amor que Dios tiene por sus criaturas y de manera excelsa por el hombre. Utiliza una frase para expresar la misericordia que tiene con el hombre: “ Te compadeces de todos, y aunque puedes destruirlo todo, aparentas no ver los pecados de los hombres, para darles ocasión de arrepentirse ”. En el Evangelio escuchamos el pasaje de la conversión de Zaqueo (Lc 19, 1– 10). En eso podemos distinguir la mirada de Dios y la mirada de los hombres. Zaqueo es el líder de un grupo de personas que trabajan para los romanos cobrando los impuestos. Se les llamaba publicanos. Eran muy mal vistos por el pueblo de Israel porque cobraban de más y esa acción era tolerada y protegida por el régimen romano. A los ojos de los hombres, Zaqueo era un gran

Dile NO a la autosuficiencia

  Las lecturas de la Santa Misa de hoy nos invitan a reflexionar sobre cómo es nuestra relación personal con Dios. Y en ese particular, hay un punto de partida y una consecuencia práctica. El punto de partida es el siguiente: “ El Señor es un juez que no se deja impresionar por apariencias ” (Sir 35, 15). La Sagrada Escritura es constante al afirmar que todo está presente a los ojos del Señor: “ Todo está claramente expuesto ante Aquel a quien hemos de rendir cuentas ” (Heb 4,13). Y el creyente tiene la certeza de que toda nuestra vida está presente ante el Señor: “ Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares ” (Sal 113, 1-3). Sencillamente: A Dios no podemos engañarle. Jesús nos conoce a todos y sabe lo que tenemos en el corazón (Jn 2, 24 – 25). Un peligro constante que podemos sufrir a lo largo de nuestra vida es la de pensar que somos lo suficie

No es por Él, es por nosotros

En el pasaje del Evangelio que escuchamos en nuestra Santa Misa (Lc 18, 1-8), el Maestro nos presenta la parábola de la viuda y el juez injusto para enseñarnos la importancia de ser perseverantes en la oración. Pero hay una enseñanza más. Es verdad que el sentido principal de esta parábola se refiere a la insistencia en la oración de petición. El Señor nos invita a ser constante en las súplicas siendo consciente de que Dios es infinitamente bueno. Pero hay algo más. Lo importante de la perseverancia no es solo por alcanzar lo que le pedimos al Señor. En realidad, no es por Él, es por nosotros. La pregunta final de la parábola nos descubre ese sentido: “ cuando venga el hijo del hombre ¿creen ustedes que encontrará fe en esta tierra? ”. La oración constante es un alimento de la fe y por eso, la fortalece. Sin la oración la fe se debilita. Todos tenemos dificultades en la vida. Normalmente los llamamos “problemas”. Para acometerlos, es necesaria una fortaleza de espíritu que los seres hu

El amor y el interés

 Las lecturas de este domingo tienen una belleza particular. En la primera lectura escuchamos el final de un relato enriquecedor: se trata de la curación de la lepra de Naamán el sirio (2Re 5, 14-17). En el Evangelio también escuchamos la sanación de un grupo de leprosos por parte de nuestro Señor Jesucristo y el reclamo qué hace el Maestro porque solo uno de los que fueron curados se devolvió para dar gracias a Dios (Lc 17, 11-19). Ciertamente podríamos hacer una amplia reflexión sobre lo que significa la lepra en la Sagrada Escritura, pero más bien quiero hacer una reflexión sobre las actitudes de los personajes. Naamán, después de un proceso donde tuvo que dejar a un lado su propia soberbia, accede a cumplir la voluntad de Dios manifestada por el profeta Eliseo. Naamán sabe mostrarse agradecido ante el Señor quien le ha mostrado su favor. En el Evangelio, el Señor, ante la petición de los leprosos, les indica que vayan a cumplir un precepto de la ley que no es otro que presentarse a

Creer y obedecer

La lectura del Evangelio de este domingo nos presenta dos afirmaciones de parte de Nuestro Señor Jesucristo. La primera que debe resultarnos familiar: “ Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decir a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería ” (Lc 17, 6). La segunda, en cambio, resulta un poquito más difícil de entender. Se trata de la figura del siervo. El argumento de nuestra reflexión sobre el Evangelio es sin duda alguna la fe. Poniendo en contexto este pasaje del Evangelio hemos de reconocer que el Señor responde a una petición de sus discípulos: “ Auméntanos la fe ”. A esa petición responde Nuestro Señor Jesucristo con la imagen del granito de mostaza. Si bien la fe no se puede cuantificar, el Señor quiere decir que por poco que crean en Dios pueden hacer cosas grandes. Así que no hay lugar para el desánimo sino más bien para la confianza. En segundo término, Nuestro Señor añade otra imagen, esta vez apel