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Mostrando entradas de mayo, 2019

El Espíritu Santo nos enseña y nos guía

Es inevitable que surjan diferencias entre los hombres. Y es inevitable porque todos somos distintos, tenemos biografías distintas, porque tenemos emociones diversas e intereses divergentes.      No deberíamos convertir las diferencias en una razón para dividirnos o para imponerlas a la fuerza. Al contrario, las diferencias deben ser el punto de partida para reconocer que no somos iguales, y a partir de esa diversidad encontrar la verdad que no solo nos une, sino la verdad que puede y debe transformar nuestra vida.      Jesús es la verdad (Jn 14,6). Su vida, sus palabras –su mensaje– son guía segura para nuestra vida. Es cierto que ante la Palabra del Señor existen diversas actitudes: desde el rechazo, la ignorancia, pasando por aceptar lo que me es cómodo hasta llegar a la aceptación completa. ¿Cómo evitar no caer en el error o en la mentira?      La respuesta es sencilla: dejarnos guiar por el Espíritu Santo. Ya escuchamos, en el evangelio de la Misa, lo que nos dice Jesús: “ Os

Jesús nos ama

            Hemos escuchado en el Evangelio de hoy las palabras del Maestro: “ Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. ”. Es interesante.             Jesús, el Señor, es el modelo. Porque Él nos ha amado primero, nos enseña cómo debe ser el cumplimiento de este mandato.             Si el padre en la Misa te preguntara: ¿sabes que Jesús te ama?, no dudo que la respuesta sería: Sí, lo sé. Pero ¿verdaderamente lo sé? ¿cómo sé que Jesús me ama?             El primer paso para comprender y vivir esta verdad grande como una casa, es el siguiente: amar es buscar el bien de otro sin ningún tipo de interés. Sin este presupuesto, no se puede comprender el resto del mensaje.             Entiendo que sea difícil percibir esto, porque el “mundo” ha interpretado “amar” de otra manera: dádivas, fiestas, desorden, shows, dinero. Todas estas cosas de orden material. Al no dar valor a las cosas de orden espiritual, no se ve

El Buen Pastor y los buenos pastores

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El Señor en los Evangelios se aplica el título de Buen Pastor. Para una sociedad “citadina” la figura es extraña. El pastor es la persona que guarda, guía y apacienta el ganado, especialmente el de ovejas. Jesús usa el símil del pastor y las ovejas para referirse a Él y nosotros. El mismo empeño que un buen pastor pone en guardar, guiar y apacentar a las ovejas, es el mismo empeño que Nuestro Señor tiene con nosotros. El capítulo 10 del Evangelio según San Juan contiene una declaración completa del Señor. La figura del pastor no es nueva en la Sagrada Escritura. De hecho, para el Pueblo de Israel el Pastor era Yahweh: “ El Señor es mi pastor: nada me falta ” (Sal 23, 1) y así se dirigen a Él: “ Escucha, pastor de Israel, que guías a José como un rebaño, tú que te sientas en los querubines resplandece delante de Efraín, Benjamín y Manasés. ¡Despierta tu valentía, ven y sálvanos! ¡Oh Dios, retómanos en tus manos, haz brillar tu faz y sálvanos! ” (Sal 80, 2 – 4). Los profet

Saber escuchar la voz de Jesús

Uno de los grandes defectos que tenían algunos paisanos del Señor es que no sabían escuchar. Dejaban que otras cosas o sentimientos ocuparan el corazón a tal punto que no reconocían donde estaba presente el Señor. En la primera lectura de la Misa, los Apóstoles, después de haber sanado al paralítico de la Puerta Hermosa del Templo de Jerusalén, comienzan a predicar a Jesucristo. Los detiene la policía del Templo y los llevan al Sanedrín (Consejo de Ancianos de Israel). Ante los allí reunidos, proclaman al Jesús como el Señor. Quieren prohibir a Pedro y los demás discípulos que hablen de Jesús. Pedro, un pescador sin mayor grado de instrucción, les dice: “ Primero hay que obedecer a Dios y luego a los hombres ”. No por el hecho de que los amenacen o persigan van a dejar de dar testimonio del nombre de Jesús. El Sanedrín sabía que los apóstoles estaban allí porque habían sanado a un hombre. Una actitud semejante la escuchamos en el Evangelio. El Señor, desde la orilla, lla