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Mostrando entradas de enero, 2019

El ejemplo es la mejor forma de dar razón de nuestra fe

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            En la primera lectura de nuestra Misa de hoy, escuchamos un pasaje hermoso de la historia de Israel. El Pueblo de Dios volvía del exilio, de una situación muy dura, en la que estuvieron lejos del Templo de Jerusalén. Mientras estuvieron lejos, los padres y abuelos trataron de conservar la fe trasmitiendo a sus hijos y nietos lo que recordaban de la Sagrada Escritura.             Cuando volvieron a Israel, trataron de recuperar la ciudad. El Templo de Jerusalén tardó en ser reconstruido, pero se arreglaron algunos altares para que el pueblo pudiera ofrecer sus sacrificios. Cuando se tuvo la ocasión se reunió una gran parte del pueblo en Jerusalén. Y allí un sacerdote (Esdras) comenzó a leer la Sagrada Escritura. El pueblo la escuchaba con respeto y al reconocer en las palabras que escuchaban lo que habían oído de sus padres y abuelos, se llenó el corazón de gozo y lloraban de emoción.             Dos cosas comparto contigo. La primera, es el respeto que mostraba el p

Una manera de amar: interceder

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            El pasaje del Evangelio de nuestra Santa Misa de este domingo (Jn 2, 1-11) es un pasaje muy conocido. Es, también, una fuente muy rica de reflexiones. Comparto con Uds. una de ellas.             Cada día escuchamos noticias de cualquier parte del mundo: guerras, hambrunas, enfermedades, accidentes, fenómenos naturales. Todos esos hechos producen pesar y mueven el ánimo de hacer algo por esas personas necesitadas. Desde la distancia y en nuestra situación social, probablemente es poco lo que podamos hacer materialmente. Pero hay algo que podemos hacer. Y es efectivo.             En el Evangelio de hoy, escuchamos cómo una pareja celebraba su matrimonio. Era un momento de gran alegría. Tal vez eran personas humildes que no podían ofrecer mucho a todas aquellas personas que compartían su alegría. El hecho es que, en medio de la celebración, la provisión de vino se terminaba y eso resultaría en un momento amargo e incómodo para los recién casados.             M

El bautismo del Señor

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En el Evangelio de nuestra Misa de hoy (Lc 3, 15-16. 21-22) escuchamos el relato más sobrio del bautismo del Señor. Comienza el relato de hoy con una declaración de Juan el Bautista. La fama de Juan Bautista, fruto de su testimonio de vida, hizo que muchos comenzaran a pensar que Juan era el Mesías. Él lo negó rotundamente, pero fue a más: Ciertamente, Juan bautizaba: usaba el signo del agua para simbolizar un punto de cambio, es decir, dejar atrás la vida mala y cambiar para mejor. Era un bautismo de conversión. Sin embargo, ese gesto no era un fin en sí mismo: « Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego ». Juan prepara el camino a Jesús. Dice que es mayor que él y que sería el autor del bautismo definitivo: el que unge con el Espíritu Santo y purifica como el fuego. Y hoy, todos nosotros, los creyentes que hemos recibido el bautismo, hemos de hacer un acto de

La manifestción del Señor a todos los pueblos

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Hoy, toda la Iglesia celebra la Solemnidad de la Epifanía del Señor. Los profetas habían anunciado que el Señor se daría a conocer a todos los pueblos, como escuchamos en la primera lectura de la Santa Misa de hoy (Is 60, 1-6). Su mandato antes de subir a los cielos fue la de ir por el mundo entero a predicar a Cristo y su mensaje (Mt 28, 19-20). San Pablo, junto con los demás apóstoles tenían más que claro que la salvación alcanza a todos: judíos o no, como lo escuchamos en la segunda lectura de nuestra Misa (Ef 3, 2-3. 5-6).