La entereza de Isabel
Hoy estamos unidos a toda la Iglesia en la celebración del Nacimiento de San Juan Bautista. “De los nacidos de mujer, no hay ninguno más grande que Juan el Bautista” (Lc 7, 28) un hombre de Dios que vivía con sobriedad (Mc 1, 6) y quería que todos prepararen su corazón para recibir al Señor Jesús (Mc 1, 7). Más aún, quiere que sepan que él es un instrumento de Jesús: Jesús debe crecer y él, menguar (Jn 3, 30). Más aún, señala que lo más importante es Cristo Jesús (Jn 1, 21 – 34) porque es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1, 29). Juan Bautista era un hombre íntegro y lleno de espiritualidad. Hasta sus enemigos lo reconocían. Herodes, que le había hecho encarcelar porque Juan públicamente le recriminaba que estaba viviendo con la esposa de su hermano (Mc 6, 18), le escuchaba con respeto y reconocía que era un hombre justo y santo (Mc 6, 20) La integridad de Juan el Bautista, seguramente, fue aprendida de sus padres. En la lectura del Evangelio de nuestra Misa