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Mostrando entradas de febrero, 2012

Redescubrir nuestro bautismo

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En la segunda lectura de la Santa Misa de hoy san Pablo cita el diluvio universal, cuyo final escuchamos en la primera lectura. San Pablo se refiere al agua del diluvio como “figura del bautismo, que ahora los salva a ustedes”. Al mismo tiempo, el Apóstol se refiere al significado del bautismo: “no consiste en quitar la inmundicia corporal, sino en el compromiso de vivir con una buena conciencia ante Dios”. Cada uno de nosotros recibió en su momento el sacramento del bautismo, algunos cuando eran niños, otros ya más creciditos. Lo importante es que en ese momento recibimos una dignidad única, la de ser hijos de Dios. Nuestro Creador no espera otra cosa que vivamos coherentemente esa condición. No ser coherentes es como decir que hay un bombero que no sabe apagar fuegos, o un médico que no sabe de medicina. Un hijo de Dios debe vivir como tal. La vida cotidiana de un hijo de Dios está llena de alegrías y tristezas, de esperanzas y angustias. No podemos dejar de lado que también p

Mala cosa es la envidia...

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La envidia es la tristeza y el pesar por el bien ajeno. Y, definitivamente no es algo bueno. Es un veneno para el corazón. Una persona que sufre de envidia carga un peso inmenso en su alma y sucio en los ojos. Un peso en el alma porque no vive tranquila y se niega a ser feliz porque no soporta el bien ajeno; probablemente la única “alegría” que sienta el envidioso es la adversidad o contrariedad de los demás. Un envidioso lleva sucio en los ojos: no ve bien los hechos. Los distorsiona según su propio parecer y su propio provecho.

Acción con intensión

Forma parte de cualquier religión la realización de ciertas actividades que se llaman actos de culto. Sin ellos una religión sería vacía. En la primera lectura, escuchamos cómo Dios había previsto para la religión hebrea una acción precisa: si alguien estaba enfermo con lepra debía notificar a todos que estaba enfermo y debía estar separado de la comunidad. Si por el favor de Dios se veía curado de la lepra debía ir al sacerdote y debía ofrecer un sacrificio de dos pajaritos y madera de cedro. Jesús lo sabe y cuando cura al leproso, le dice que vaya y cumpla lo que está mandado. Una religión sin actos de culto no es tal.

Jesús, la mano en la adversidad

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Algunos clásicos echadores de broma tienen una frase cínica que dice: “Si quieres una mano amiga, la encontrarás al final de tu brazo”. Esos “nuevos filósofos” quieren decir que nunca podrás confiar en nadie. Esos “nuevos filósofos” olvidan que hay un amigo que jamás falla: Jesús.