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Mostrando entradas de abril, 2022

Una máxima para todos los tiempos

  En la primera lectura de nuestra Santa Misa de hoy, escuchamos un episodio de la Iglesia naciente. Pedro y Juan fueron arrestados varias veces por el Sanedrín porque el Evangelio, anunciado con poder, iba extendiéndose entre los fieles de Jerusalén y Judea. Y es este el escenario donde nos encontramos. El Sanedrín, el consejo superior de Israel, había prohibido a los apóstoles predicar en el nombre de Cristo. No solo le habían hecho advertencias de palabra, sino como mencioné antes, también con hechos: les habrían apresado. Los apóstoles habían mostrado una gallardía, hoy poco común. Supieron defender su fe y declararon una máxima válida para todos los tiempos: “ Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres ” (Hech 5,29). La sociedad actual es bastante cruel. Ha sido permisiva en lo que refiere a los valores y hoy hay una suerte de anarquía en la sociedad. Muchísimas personas buscan reconocimiento y aceptación. El mecanismo que ofrece la sociedad es plegarse a la moda y a las ideo

La esencia de la misericordia

Este domingo se llama, por disposición del Papa San Juan Pablo II, Domingo de la Divina Misericordia. Y esa palabra –misericordia– la hemos escuchado en diversas oportunidades en nuestra celebración. Siempre puede ocurrir que nos preguntemos qué cosa es misericordia. Y no falta razón. A veces se le llama compasión, piedad o lástima. Pero nada de eso dice que es la misericordia en sentido bíblico. La misericordia es amor. Esa es su esencia. Es amor con la persona necesitada espiritual o materialmente. Por eso misericordia no es compasión, no es piedad, no es lástima. Es amor. De este modo es fácil entender que las obras de misericordia espirituales o materiales son en realidad obras de amor para con el necesitado: Obras de misericordia espirituales : Enseñar al que no sabe. Dar buen consejo al que lo necesita. Corregir al que se equivoca. Perdonar al que nos ofende. Consolar al triste. Sufrir con paciencia los defectos del prójimo. Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos. Obras de

El día en que todo cobra sentido

Hoy es la Pascua de Resurrección. Hoy Jesús da el paso de la muerte a la vida. Hoy es el día en que todo cobra sentido para el creyente. Nosotros profesamos nuestra fe en Jesús, muerto y resucitado. Es la resurrección -su victoria definitiva- lo que da un sentido a todo lo que el Maestro nos ha enseñado. Eso le pasó a los Apóstoles, como escuchamos en el Evangelio: “ hasta entonces no habían entendido ” (Jn 20, 9). San Pablo, en la primera carta a los corintios (1Co 15, 14), afirma categóricamente que si Cristo no ha resucitado, nuestra fe es vana. Y tiene razón: nuestra fe carecería de sentido. En primer lugar, pondríamos nuestra fe en un muerto y no en Alguien que vive y reina. Después, pondríamos nuestra esperanza solo en esta vida porque no esperaríamos la vida eterna futura que Dios ha prometido. La consecuencia es inmediata: actuar bien y con corrección no tendría sentido porque no tendría mérito alguno. ¡Pero Cristo sí resucitó! Por eso cada acción buena que hacemos vale la vida

lo que pasó en Jerusalén es también nuestra historia

  Hoy, Domingo de Ramos, escuchamos dos pasajes del Evangelio. El primero, en el momento de la bendición de las palmas (Lc 19, 28-40) en el que escuchamos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén; el segundo, la lectura de la Pasión del Señor según San Lucas (22,14–23,56). Viéndolo desde una perspectiva general, lo que pasó en Jerusalén es también nuestra historia. Te explico. Como punto de partida, te recuerdo que el buen cristiano no es el que no peca nunca porque ese cristiano no existe. El buen cristiano es el que hace el esfuerzo día a día por cumplir la Voluntad de Dios, con aciertos y errores. Es el que, cuando cae, se levanta. También puede ocurrir que nuestra conducta o la de algunos hermanos nuestros se parezca a la de las gentes que estaban en Jerusalén en esos días. En unos momentos, rebosantes de gozo, profesamos nuestra fe en Cristo Jesús, y como los judíos en Jerusalén le aclamamos como Rey: "¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor! ". En otros

Lo liberador del perdón

En el Evangelio de nuestra Santa Misa (Jn 8, 1-11) escuchamos un pasaje con un significado profundo. Una mujer fue sorprendida en adulterio y la ley de Moisés ordenaba que las mujeres así descubiertas fueran apedreadas. Los fariseos y escribas vieron una oportunidad para poner a prueba al Señor (que era sabido que predicaba el perdón de los pecados). Jesús no les respondió de inmediato, sino que escribía en el suelo. Ante la insistencia, la respuesta del Señor fue magistral: “ Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra ”. Fíjate en estos detalles: Los escribas y fariseos se acercaron a Jesús, pero no con la misma intensión que otros. Los pecadores y publicanos se acercaban a escucharle para llenarse de su sabiduría, mientras que aquellos se acercaban para tratar de encontrar la manera de hacerlo caer. Por eso, por más que escuchaban el mensaje de Cristo, no se movían a la conversión porque cerraron la puerta del corazón. El Señor no le contesta de inmedia