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Mostrando entradas de noviembre, 2021

Cristo vino y vendrá

Inicia hoy un tiempo litúrgico nuevo: el Adviento. Es un camino espiritual para disponer nuestro corazón a celebrar el Nacimiento de Cristo. Hoy es el primer gran paso en ese camino. Las lecturas de la Santa Misa de hoy nos hablan de las dos venidas de Cristo anunciadas en la Sagrada Escritura. La primera venida anunciada (Jer 33,14-16) ya tuvo lugar: el vástago de David, Jesús, nació de Santa María Virgen. Es el cumplimiento de las promesas que hizo Dios a los Patriarcas, al rey David y al Pueblo de Israel y Judá: El León de Judá, Hijo de David, es rey eterno de justicia y de paz. El Señor Jesús nos anuncia su segunda venida: “ Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria ” (Lc 21, 27). Los eventos “apocalípticos” que el Señor dice que acompañarán a su venida indican que no cabrá duda de que todos los hombres de la faz de la tierra percibirán físicamente la presencia del Señor con poder y majestad. Cabe preguntarnos: Y entre una y otra venida, ¿qué hace

El reinado de Cristo Jesús

 Hoy nos unimos a toda la Iglesia en la celebración de la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. La Sagrada Escritura, toda ella, anuncia y proclama el Reinado de Dios sobre el mundo y sobre la humanidad. La visión de Daniel que escuchamos en la primera lectura es una muestra de ello (Dan 7,13-14). De una manera más explícita, la visión de San Juan proclama que, al final, Cristo Jesús será el rey (Ap 1,5-8). De hecho, Jesús es el Rey de reyes y Señor de Señores (1 Tim 6, 15). Como dice Jesús, su reinado no es de este mundo. Ya lo escuchamos en los labios de Cristo Jesús: “ Mi reino no es de este mundo ” (Jn 18, 36). Los criterios de su mensaje no son y no deben ser interpretados como si fuese un ideario político. Siempre ha sido una tentación a lo largo de la historia leer la fe o el seguimiento a Jesús como si fuere una especie de partido político. El Reinado de Cristo es un reinado voluntario: “ Soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de l

No olvidemos el futuro hoy

Desde siempre ha existido en la humanidad una tendencia de olvidarse del futuro, limitando la visión de la vida solo al momento presente. La filosofía hedonista, es decir, aquella que invita a vivir y gozar el placer presente como si no hubiera un mañana, ha ido cambiando a lo largo de los siglos. Para los seguidores de esta filosofía, la religión cristiana ha sido un enemigo a vencer. Y es claro el por qué: El mensaje de Cristo nos invita a poner la mirada y el corazón en el futuro que Dios nos tiene prometido si somos fieles. Para ese modo de pensar y vivir el respetar un código de conducta (el Credo y los Mandamientos) resulta una aberración, porque el verdadero placer, según ese modo de ver y vivir, es el que no conoce límites. Las lecturas de la Misa de este domingo nos recuerdan lo efímero de este mundo y la llamada a considerar la vida futura. Eso no es una negación de que podamos disfrutar el momento presente: es una invitación a vivir el momento presente, a disfrutarlo a pleni

Lo grandioso no siempre es valioso

Una gran tentación que tenemos todos los seres humanos es pensar que, porque algo haya costado mucho dinero o sea mucho más vistoso, es más valioso. Y así, algunos padres piensan que un regalo más caro o más grande es más valioso que cualquier otra cosa. Y no es verdad. En realidad, es más valioso el tiempo y la dedicación que pueda hacer papá o mamá por sus hijos. Eso no tiene precio. En las lecturas de hoy, el Señor nos enseña esas dos cosas:  En primer lugar, que no siempre lo más vistoso es sinónimo de lo mejor . Para Dios Nuestro Señor no vale más una grandiosa oferta que la ofrenda de la propia vida. En la primera lectura (1Re 17,10-16), el profeta Elías pide a la viuda de Sarepta que le dé de comer. La viuda le dice que solo tienen para comer y echarse a morir. Elías le dice que el Señor recompensará su sacrificio y así fue. De igual manera, el Maestro contrapone las grandes ofrendas sin sacrificio personal con pequeño óbolo de la viuda: ésta dejaba la vida ante el Señor en cont