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“Todo está cumplido” (Jn 19,30)


1) Composición de lugar
Jesús está al final de una larga agonía.

2) El grito de un vencedor
Esta sexta palabra se puede traducir de muchas maneras: desde “llegué al final”, “se acabó” hasta “me quedó perfecto”. Esta palabra del Señor no es la afirmación del estudiante que espera el sonido del timbre de la última clase del viernes: “por fin se terminó esto”.
No son las palabras de quien tenía ganas de llegar al final. Son el grito triunfante del vencedor.
Estas palabras manifiestan la conciencia de haber cumplido hasta el final la obra para la que fue enviado al mundo: dar la vida por la salvación de todos los hombres.

3) El apegamiento ridículo a la vida de los hombres de poca fe
Hay de todo en la viña del Señor. Hay una característica de los hombres de poca fe: la de seguir vivos a como dé lugar. Este espectáculo triste suele verse en las clínicas en donde pacientes terminales se desesperan porque sienten que la muerte está tocando a la puerta de su alma. A veces son los familiares quienes pelean con los médicos para que se les prolongue unas horas más la vida de los pacientes.
Estas dos actitudes demuestran hasta qué punto se ignora el mensaje del Señor.
El beato Juan Pablo II, cuando se encontraba cerca de la muerte, tuvo dos respuestas para las personas que lo cuidaban. Ya le habían llevado varias veces a la clínica. Su condición se había agravado y querían llevarlo nuevamente. El Papa, entonces, preguntó si era estrictamente necesario llevarlo a la clínica. El médico contestó que no, a lo que el Santo Padre respondió: “entonces déjenme aquí”. Cuando ya era inminente su partida, el médico junto con las personas que lo cuidaban intentaban prolongarle la vida, a lo que el Santo Padre dijo: “déjenme ir”.
 
4) La conciencia de nuestra misión que debe acompañarnos
Todos los seres humanos tenemos una misión que cumplir: quien como padre, quien como sacerdote, religioso o maestro, quien como político, médico o enfermera. En todo momento de nuestra vida debemos ser consientes de nuestra misión. Y hacerlo lo mejor posible, para que al término de nuestra vida podamos marcharnos con la conciencia de haber hecho bien lo que teníamos que hacer y así poder decir con el Señor: todo está cumplido.

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