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Mostrando entradas de junio, 2020

Nuestra respuesta personal a Cristo Jesús

En el Evangelio de nuestra Misa de hoy escuchamos una escena que el evangelista ubica en la región de Cesarea. Jesús hace dos preguntas. La primera: “¿quién dice la gente que es el Hijo del hombre? ” El evangelista deja constancia que sus discípulos le contestaron una cantidad variopinta de personajes que las gentes atribuían a Jesús: “ Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas ”. El Señor hace a continuación la pregunta eterna. La llamamos así porque todo cristiano, no importa la época, no importa la edad, debe escuchar esta pregunta del Señor y debe dar su respuesta. Jesús pregunta: “ Y ustedes, ¿quién dicen que soy Yo? ”. En este caso, ya no responden todos. No se trata de referir lo que dicen otras personas. Ahora se trata de una respuesta personal. Los discípulos no se atreven de buena gana. Solo uno, quien además destaca por su gran corazón, se hace adelante y responde: “ Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo ”.

El Señor no se deja ganar en generosidad

Jocosamente, en las charlas para los papás y los padrinos de bautizos, hacía una narración particular. Una persona, estando en su casa, oye que tocan a la puerta: un vecino que pide dinero para el sepelio del hijo de una señora mayor y pobre. Ante el cuadro dramático, la persona decide ayudar y da una colaboración de 5 $. Luego, vuelven a tocar la puerta, esta vez es otro vecino quien solicita la colaboración para comprar licor porque, habiendo armado una rumba en la calle –dominó incluido– se acabó la cerveza, así que solicita la colaboración para comprar otra caja de cerveza. El señor de la casa se anima a ir a la fiesta y hace un aporte de 10 $. Finalmente, toca la puerta una persona que viene de parte de la parroquia, entregando un sobre para recoger una colaboración para el arreglo del techo de la Iglesia, y el señor de la casa pone en el sobre la grandiosa colaboración de 500 Bs. No deja de arrancar algunas risas, pero no deja de llamar a la reflexión. Todo creyente ha de

Sacúdete lo que digan los demás

Todos los seres humanos tenemos un deseo, mayor o menor, de ser perfectos y de aparecer así a los demás. En ese particular, hay algunos que son más perfeccionistas que otros. Hay casi un denominador común: a nadie le gusta que otras personas hablen mal injustamente de sí mismo . Los que han decidido seguir a Cristo Jesús tienen el propósito serio de hacer las cosas bien. Quieren agradar a Jesús con la propia vida y quieren hacer lo mejor posible todo. Se toman en serio el papel de ser ejemplo y testimonio ante todos, creyentes o no, del seguimiento a Cristo. Sin embargo, hay algo para lo cual no está nadie preparado. Es inevitable que otras personas hablen de nosotros. Por múltiples razones. Hay personas que tienen un placer morboso de arruinar la felicidad y la buena fama de otros. Hay personas que destrozan la buena fama de los demás, solo para ellos quedar bien o infundir miedo en la población. Hay personas que el buen ejemplo de otros les resulta un reproche, y pa

El pan que da la vida

Se puede reflexionar tanto de la Eucaristía que podemos dedicar una buena parte de nuestra vida a eso. - Ningún cristiano católico puede dudar que, después del momento de la consagración en la Santa Misa, bajo la apariencia de pan y vino se encuentra la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo. Jesús está presente en Eucaristía con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, vivo glorioso como está en el cielo. - Una de las cosas que fácilmente podremos comprender por razón de la epidemia es que, aunque podamos comunicarnos con las personas a quienes queremos, no significa lo mismo que poder tener un contacto personal con ellos. En muchísimos lugares en los que ha terminado en confinamiento, ha tenido lugar los reencuentros, con una alta carga emocional. - Algo similar ocurre con aquellas personas que viven lejos y tenemos la oportunidad de visitarles o de recibir la visita de ellos. No cabe duda que el encuentro personal tiene un significado único para cada quien. - El confinamie

¿Cómo podemos mejorar nuestro trato con la Santísima Trinidad?

Todos hemos aprendido que el misterio fundamental de nuestra fe es el misterio de la Santísima Trinidad. Misterio , en la Iglesia Cristiana Católica, no significa algo oculto e incognoscible, sino una revelación o designio divino que conduce a nuestra salvación. Aun cuando no caigamos en la cuenta, nuestra vida se mueve y se resuelve en el misterio de la Santísima Trinidad: desde nuestro bautismo, por el que nacemos a la nueva vida de hijos de Dios, hermanos de Cristo y templos del Espíritu Santo. Los sacramentos, las oraciones y las bendiciones de la Iglesia invocan y actualizan la presencia de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Las Tres Divinas Personas se han hecho cercanas a nosotros, pero eso no debe llevarnos a tratarlos de manera irrespetuosa. ¡Al contrario! Nuestra vida ha de renovarse siempre en la Santísima Trinidad, tratándola siempre con el máximo respeto. Y podemos empezar con la práctica de piedad popular más extendida en el mundo: la señal de la cruz . Cuand