Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de agosto, 2022

La soberbia, gran enemigo del alma

 Las lecturas de la Santa Misa de hoy nos invitan a reflexionar sobre la virtud de la humildad. En la primera lectura (Eclo 3, 19 - 21. 30 – 31), el autor invita a la humildad con criterios puramente humanísticos, también válidos para nosotros hoy: serás más apreciado que el hombre con dinero y alcanzarás el favor de Dios, además de ser una persona proclive a escuchar. En el pasaje del Evangelio de este domingo (Lc 14, 1. 7– 14), el Señor propone dos ejemplos sobre cómo debe ser el alma del creyente. En primer término, una persona que se cree más importante de lo que es que recibe un duro golpe de realidad: el anfitrión le anuncia que ha ocupado un puesto que no le pertenece. En segundo término, el Maestro propone un camino nuevo en donde no debe prevalecer el interés sino la generosidad: invitar a las personas que no puedan corresponder. La soberbia es un pecado capital, es decir, que es la fuente de muchos otros pecados. Si lo pensamos un poco, la soberbia lleva al orgullo, a la vani

Evitar la presunción a toda costa.

  El pasaje del Evangelio de este domingo (Lc 13, 22– 30) es una invitación para que nosotros alejemos de nuestra vida un pecado muy feo que se llama la presunción. En el Evangelio escuchamos la parábola del Señor Jesús que desconoce algunas personas que pretenden entrar al banquete una vez que la puerta se ha cerrado. Esas personas le dicen que lo conocen y que han estado cerca de Él pero la respuesta del Maestro es tajante: " Les aseguro que no sé quienes son ustedes " (Lc 13, 24 - 27). La presunción es un pecado que consiste en tener la certeza de que por lo que se hace ya se ha alcanzado la salvación. En otras palabras, un fiel está seguro de qué no irá al infierno sino que irá derecho al cielo porque cree ciegamente que se ha portado bien en todo y no le hace falta la ayuda de Dios para la salvación. La gravedad de este pecado es de tal naturaleza que el hombre, llevado por su orgullo y su soberbia, no reconoce jamás cuando se ha equivocado, cuando actuado mal y cuando h

Es hermoso saber rectificar

 Este domingo, las lecturas de la Santa Misa nos propone unos pasajes de la Sagrada Escritura ricos en mucho contenido. Hoy quiero hacer mi reflexión sobre la primera lectura de nuestra Misa (Jer 38, 4-6. 8-10). El relato del Rey Sedecías es la alegoría perfecta de lo que sucede con frecuencia en la vida de los hombres. Estamos expuestos a las influencia de malas personas, al igual que el rey: algunos se acercan a él a pedir la muerte de Jeremías porque con sus palabras deja en evidencia su mal proceder. Y el rey no se opone. Afortunadamente también estamos expuestos a la influencia de buenas personas, como las que se acercaron al rey para pedir que salvara al profeta Jeremías. En la práctica es imposible encontrar alguna persona que no cometa errores. La condición humana es la que es: no somos perfectos. Podemos, y es seguro, que nos equivoquemos y ofendemos a Dios. El hecho de que esto ocurra no quiere decir que tenemos un derecho a equivocarnos. Nadie tiene derecho a equivocarse: en

La fe de los creyentes

En las lecturas de la Santa Misa de hoy escuchamos unos pasajes de la Sagrada Escritura con una riqueza y profundidad especial.   La reflexión que quiero proponerte hoy es sobre la fe, la fe de los creyentes. La fe como escuchamos en la segunda lectura de nuestra Santa Misa de hoy es " La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven " (Heb 11, 1). La fe es, sobre todo, certeza: se trata de la firme convicción de que Dios es bueno, que nos ama, que nos ha prometido la felicidad eterna y que aceptar la salvación que Él nos propone da un significado nuevo y diferente a nuestra vida. Por esta razón la vida del creyente no puede ser igual a la de una persona que no tiene fe. El que no tiene fe no espera la salvación y sus actos no valen la vida eterna. No sucede así con nosotros: porque esa certeza nos acompaña nuestra vida va siempre iluminada con la voluntad de Dios. En el Evangelio el Señor nos invita a estar en