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Mostrando entradas de junio, 2010

Sin rémoras

La rémora es un pez que se pega a otros peces más grandes para aprovecharse de lo que cae de la boca de los peces grandes. Los antiguos navegantes le atribuían la propiedad de detener las naves. De ahí, pasó al uso del lenguaje aplicar el término “rémora” a todo lo que detiene o suspende la acción de algo o alguien. A lo largo de la vida, los seres humanos podemos cargarnos de “rémoras”. En la vida cristiana también.

Lo grandioso del día a día

Un error en el que comúnmente caen los jóvenes y adolescentes que se “enamoran” es sobredimensionar algunas acciones y despreciar otras. Si el “novio” o la “novia” le hacen un regalo, le dan un valor exagerado diciendo “sí me ama”, en cambio, desprecian los gestos y acciones de papá y mamá que día a día dedican tiempo y energías para que puedan vivir bien.

Amor incondicional

No es difícil identificar el amor con la figura de un corazón. Los enamorados sienten latir el corazón más rápido cuando se encuentran con la persona amada. La solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús es la celebración del amor de Dios por los hombres.

¿QUÉ ES EL CORAZÓN?

                Sin duda alguna, la primera cosa que nos vendría en mente sería el conjunto de músculos, ventrículos y alvéolos que bombea sangre por nuestro cuerpo. En la Biblia tiene un significado muy preciso que coincide con lo que queremos expresar cuando decimos: “es alguien de buen corazón” o “de mal corazón”.

Amor que espera correspondencia

  Comúnmente, se suele representar “el amor” con un corazón. La razón es la asociación que existe en la persona enamorada. Cuando alguien está enamorado y espera encontrarse con la persona amada, el organismo reacciona inyectando adrenalina lo que acelera el ritmo cardíaco. Más allá de cualquier explicación científica, el corazón es un símbolo universal del amor desde hace miles de años.

¡ESTA ES NUESTRA FE! ¡ESTA ES LA FE DE LA IGLESIA!

Si hay alguna riqueza en la Iglesia es nuestra fe en la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía. Por las palabras del sacerdote el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, con su alma y divinidad. Es Dios con nosotros. Cada generación debe renovarse en la fe en el Señor Jesús. Siempre. Y es un esfuerzo que no debe dejar de hacerse.