En la lectura del Evangelio de nuestra Santa Misa dominical (Jn 15, 1-8) escuchamos una imagen que el Maestro se atribuye a sí mismo: Jesús es la vid verdadera. La vida de los ramajes dependerá exclusivamente de su unión y vinculación con la vid: “ Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos ”. El pasaje de hoy repite con frecuencia el verbo permanecer. Una parte importante (la más importante, sin duda) es el trato personal y efectivo con Cristo Jesús. Eso se llama espiritualidad: dejar que el alma se informe de la gracia, el mensaje y la vida de Cristo Jesús. Sin eso, aunque puede un cristiano creer en Cristo, su vida será infructífera. Hoy como desde hace muchos años, existe el peligro de pensar que el buen cristiano es quien participa en todas las actividades de la parroquia: encuentros, convivencias, reuniones de planificación, charlas… y no es así. De hecho, sin el
Este domingo toda la Iglesia celebra el domingo del Buen Pastor, porque la lectura del Evangelio nos propone esta imagen de Cristo que el Señor, además, se atribuye a sí mismo. Ya en el Antiguo Testamento, el Pastor de Israel era Dios mismo. Ya lo escuchamos en uno de los salmos más conocidos: El Señor es mi Pastor, nada me falta . Y las personas que tenían a su cuidado el Pueblo de Israel –los reyes, los ancianos y los sacerdotes– eran llamados también pastores de Israel (Jer 23, Ez 34) puesto que descansaba sobre ellos la misión de cuidar, dirigir y enseñar al Pueblo, rebaño del Señor. Algunos profetas hicieron un llamado de atención porque esos pastores de Israel habían descuidado su misión y buscaron solo su propio provecho. No cabe duda de que el Señor es el Buen Pastor. Si hay alguien que quiere el mayor bien para nosotros –la salvación– ese es Jesucristo, como nos lo recuerda San Pedro en la primera lectura (Hech 4, 12). Y Él ha elegido a fieles para que sean sus pastores,