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Mostrando entradas de julio, 2022

Los pies en la tierra y el corazón en el cielo

1️⃣ En las lecturas de la Santa Misa de hoy escuchamos unas reflexiones sobre nuestra actitud hacia las cosas materiales. 2️⃣ En la primera lectura (Qoh 1, 2; 2, 21-23) escuchamos una reflexión sapiencial sobre los bienes que son objeto del afán de una persona. El autor hace saber que la naturaleza misma de las cosas materiales implica que no podemos hacer uso de ellas después que termine nuestra existencia sobre la Tierra. Por eso dice que amasar riquezas sin sentido es una auténtica vaciedad. 3️⃣ En la segunda lectura (Col 3, 1-5. 9-11), escuchamos como San Pablo afirma que una consecuencia de haber puesto nuestra fe en Cristo Jesús es la de dar una importancia relativa a las cosas de este mundo. No dice que no sean importantes sino que no deben ser el objeto principal de nuestra vida. _"Puesto que han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porq

La oración de intercesión

En las lecturas de la Santa Misa de hoy escuchamos una de las prácticas que siempre ha existido en nuestra fe y que, en la vivencia de los creyentes, está siendo olvidada. Se trata de la oración de súplica o de intercesión. La oración de intercesión es la petición que elevamos ante Dios en favor de otro (Catecismo de la Iglesia Católica 2635).  En la primera lectura, del libro del Génesis (18, 20-32), escuchamos el pasaje donde Abraham intercede ante Dios por una ciudad que sería destruida por la forma inmoral de vivir que existía en ella. Es, sin duda alguna, el mejor ejemplo de lo que significa la oración de intercesión: Abraham eleva continuamente la súplica al Señor para obtener su favor. En el Evangelio de hoy (Lc 11, 1-13) escuchamos el pasaje donde el Señor Jesús, después de enseñarnos la oración del Padre Nuestro, nos propone la parábola del amigo inoportuno. Termina diciendo el Maestro: “ Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su

No es solo hacer cosas

  Un error muy común que descansa en el imaginario de la gente es el hecho de que la vida cristiana –el seguir a Jesús– se reduciría solo a hacer cosas o a remediar necesidades de índole material. De este modo, es recurrente el hecho de que se le recrimine a la Iglesia (toda Ella) el hecho de que no destine absolutamente todos sus bienes (no importa si queda en la indigencia) a subsanar los males del mundo, en concreto, dos: el hambre y las enfermedades. De hecho, afirman algunos voceros de esa manera de pensar, no hacerlo implica una falta de testimonio y un motivo para que la gente no crea. Esa manera de pensar, atea por demás, deja de lado el hecho de que, viviendo en este mundo, los bienes materiales resultan necesarios para el cumplimiento de la principal misión que Jesús ha encomendado a la Iglesia: anunciar el Evangelio.  El resultado de evangelizar es que cada persona tenga un encuentro transformador con Cristo Jesús y tenga una relación personal con Él. Eso lo llamaban antes v

No es difícil

  Las lecturas de nuestra Santa Misa de hoy nos proponen una serie de temas para nuestra reflexión, todas ellas profundas y enriquecedoras. Me detendré en uno, que resulta importante por su sencillez: Dios no nos pide imposibles. En el Evangelio (Lc 10, 25-37) una persona, que conocía perfectamente la ley de Israel, se acerca al Señor para ponerlo a prueba. El Señor le responde remitiéndose a su propia ciencia y al responder el doctor de la ley con una frase sencilla, él mismo quedó en evidencia. Y en la primera lectura (Dt 30, 10-14), Moisés dice claramente que el Señor no pide imposibles: “ Estos mandamientos que te doy, no son superiores a tus fuerzas ni están fuera de tu alcance. No están en el cielo, de modo que pudieras decir: '¿Quién subirá por nosotros al cielo para que nos los traiga, los escuchemos y podamos cumplirlos?' Ni tampoco están al otro lado del mar, de modo que pudieras objetar: '¿Quién cruzará el mar por nosotros para que nos los traiga, los escuchemos

Anunciar con la confianza puesta en el Señor

 El Evangelio de hoy (Lc 10, 1-12. 17-20) es muy rico en ideas, al referirse al anuncio del mensaje de salvación de nuestro Señor. Comienza el evangelio de nuestra Santa Misa con una frase que habremos escuchado miles de veces a lo largo de nuestra vida: “ La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos ”. Y todos estamos más que claros en que el dueño de los campos es Dios mismo y que nunca habrá suficientes personas que anuncien el mensaje de salvación. Es un deber de todo cristiano pedir por los sacerdotes, por los religiosos y misioneros, y que nunca falten vocaciones a su Iglesia. Ahora, bien, como nos recuerda la Santa Madre Iglesia, es un deber de todo cristiano anunciar el mensaje de Cristo, cada cual según su propia condición. Y es, en este punto, donde los seguidores de Cristo Jesús se muestran reacios, a veces con excusas bastante ridículas. Todos, absolutamente todos, podemos y debemos dar testimonio