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Mostrando entradas de agosto, 2013

Evitar la presunción

                Las lecturas de hoy son una llamada de atención para todos. Nos invitan a alejar de nosotros el veneno mortal que significa la presunción.                 La presunción es un pecado gravísimo. Consiste en estar seguro de la propia salvación. Es un veneno porque condiciona el alma de tal manera que la hace insensible a los llamados de atención del Señor.                 El Catecismo de la Iglesia Católica dice que hay dos tipos de presunción: O bien el hombre presume de sus capacidades (esperando poder salvarse sin la ayuda de lo alto), o bien presume de la omnipotencia o de la misericordia divinas (esperando obtener su perdón sin conversión y la gloria sin mérito) (nº 2092).                 Como se ve es un pecado en el que pueden caer los que están alejados de la vida de la Iglesia como los que están cerca. Quienes están lejos de la vida de la Iglesia (católicos chucutos, para llamarlos de alguna manera) pueden presumir de su propia salvación confiando

Las crisis que genera el Señor Jesús

En el Evangelio de nuestra Misa (Lc 12, 49–53) hemos escuchado unas palabras de tono fuerte y que parecen contradictorias del modo de ser de Jesús. Nos vemos obligados a escudriñar el alcance y significado de las palabras del Señor.   “ He venido a traer fuego a la tierra ¡Y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” ¿Qué quiere decir el Señor con fuego ? La tradición bíblica de la Iglesia interpreta esta palabra en dos sentidos: el primero, purificación, y el segundo, el Santo Espíritu de Dios. Ciertamente, Jesús y su palabra quieren poner a prueba todo. Cuando alguien decide seguir a Jesús tiene que poner a prueba todos los elementos de su vida a ver si coinciden con lo que el Maestro nos enseña. Hemos de quedarnos con lo bueno, todo lo demás, hemos de desecharlo: malas palabras, actitudes, malos comportamientos, comentarios, críticas. Así como el fuego se usa para purificar los metales, lo mismo debemos hacer con la Palabra: purificar nuestra vida. También ese fu

¿Qué es la fe?

Un buen número de cristianos de hoy dice: “Creo en Dios”. Eso no quiere decir necesariamente que “tienen fe en Dios”. Tener fe es otra cosa. “Creer” en el lenguaje ordinario tiene diversos significados. El más común es el de dar por cierto lo que alguien dice por diversos motivos: “Fulano dice esto y yo le creo”. También se usa para manifestar cierto grado de certeza en algo: “Yo creo que debe hacerse esto de esta manera”. En el uso común, cuando la gente dice “yo creo en Dios” quiere decir que tiene la percepción intelectual de la existencia de un ser espiritual muy por encima de nosotros. Pero eso no es tener fe. Efectivamente yo puedo decir “creo que el cielo es azul”, pero eso no compromete en nada mi vida. Igual, muchos dicen “creo en Dios” pero eso no resulta en ningún compromiso práctico. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña: La fe es ante todo una adhesión personal del hombre a Dios; es al mismo tiempo e inseparablemente el asentimiento libre a toda la ve