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Mostrando entradas de septiembre, 2013

Mala cosa es el egoísmo

El Evangelio nos describe a un hombre que no supo sacar provecho de sus bienes. En vez de ganarse con ellos el cielo, lo perdió para siempre. Se trata de un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día . Mientras que muy cerca de él, a su puerta, estaba echado un mendigo, Lázaro, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico . Y hasta los perros le lamían sus llagas. La descripción que nos hace el Señor en esta parábola tiene fuertes contrastes: gran abundancia de unos, extrema necesidad de otros. De los bienes en sí no se dice nada. El Señor hace notar el empleo que se hace de ellos: vestidos extremadamente lujosos y banquetes diarios. A Lázaro, ni siquiera le llegan las sobras. Los bienes del rico no habían sido adquiridos de modo fraudulento; ni éste tiene la culpa de la pobreza de Lázaro, al menos directamente: no se aprovechó de su miseria para explotarlo. Tiene, sin embargo, un marcad

Iniciativa y desprendimiento

a) Sin miedo, somos hijos de la luz Después de relatar la parábola del administrador injusto, el Señor deja una reflexión: los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz . Y esto es un aviso para los creyentes en Cristo Jesús de todos los tiempos. Hoy, los cristianos se han vuelto muy timoratos. Hemos callado ante el mal y nos da miedo anunciar a Jesucristo. Hemos olvidado que Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo están con nosotros. Se ponen mil “peros” para las iniciativas y siempre hay cosas más importantes que las cosas que tienen que ver con el Señor. Entonces, dejamos espacio para que el enemigo malo extienda su acción. Debemos sacudirnos los miedos y las excusas. Pongamos en acción las facultades que el Señor nos ha dado para que el bien y el Evangelio lleguen a los corazones de todos. ¡Somos hijos de la luz!

El amor de Dios y su perdón

Los fariseos y los maestros de la ley eran incapaces de abrir los ojos y entender los deseos y las intensiones de Dios; eran por tanto incapaces de alegrarse por la salvación del hombre. ¿Cómo pueden pretender ser maestro de las cosas de Dios sin entender su amor?                 Éste es el punto de partida en la vida del cristiano: el amor que Dios nos tiene. Somos obras de sus manos y Él nos procura todo bien. El mayor bien para quien cae es ayudarle a levantarse. El mayor bien para quien para quien actúa mal es enmendarse. El mayor bien para quien está arrepentido de su pecado es el perdón. Así es la manera de ser y actuar del Señor.                 Si no se entiende el amor de Dios a los hombres, es imposible vivir correctamente la vida cristiana.                 Es fácil juzgar a los demás y echarles en cara sus faltas, pero no es fácil entender cuál debe ser su propia relación para con ellos; cada cristiano tiene su parte de responsabilidad en lo que suceda con l

Andar por la vida llevando un morral de piedras

a) Los bienes materiales no son malos. Algo que debería tener muy en claro cualquier cristiano es que los bienes materiales no son malos. De hecho, se llaman “bienes”. Nuestra condición material hace que necesitemos de ellos: sin ellos no podemos vivir. Cuando alguien carece de ellos es un mal que cada uno de nosotros está llamado a remediar, como nos enseña Jesús en el capítulo 25 de San Mateo. b) La actitud hacia ellos marca la diferencia Un cuchillo afilado es una herramienta maravillosa en manos de un cocinero y un arma perniciosa en manos de un criminal. El cuchillo no es bueno ni malo, la maldad o la bondad radica en el ser humano. Es la actitud del ser humano lo que marca la diferencia. Todos necesitamos bienes materiales (desde un techo que nos cobije hasta alimento para comer) pero es nuestra actitud hacia ellos lo que establece si somos malos (avaros, codiciosos, caprichosos o viciosos) o si somos buenos (desprendidos, generosos, solidarios o modestos

Todo vale lo que vale a los ojos de Dios

a) La humildad La humildad, que consiste en la sencillez y pureza de corazón, es la mejor carta de presentación de todo hombre que es fiel al Señor. Es la virtud que hace fecundo el quehacer de cada día y capacita al hombre para comprender los secretos de la Voluntad de Dios. Hazte tanto más pequeño cuanto más grande seas y hallarás gracia ante el Señor . El soberbio se apropia indebidamente de la gracia divina y de la gloria, pretendiendo hacer de ellas posesión y mérito personal. Pero lo único que se obtiene con esa actitud es el fracaso y la frustración. Los humildes, en cambio, reconocen que todo proviene de Dios, y que ellos han contribuido con una mínima parte. Es así como se obtiene la bendición divina. b) La soberbia El soberbio actúa habitualmente con terquedad, tal como lo describe aquí la Sagrada Escritura. La persona soberbia es aquella que piensa que nunca se equivoca, tiene la certeza de que todo debe ser como ella piensa y no es c