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Mostrando entradas de enero, 2022

¿Por qué decimos que Dios nos ama?

Es una frase que la Iglesia ha repetido desde siempre: Dios nos ama. Sin embargo, hay muchísimas personas que cuestionan esta afirmación. Para ello recurren a eventos y hechos dramáticos con la pregunta: si Dios nos ama, ¿por qué hay tanto mal en el mundo? Evidentemente, el problema está mal planteado. Desde el punto de vista lógico, supone un error llamado falacia ad hominem : significa poner un descrédito sobre el otro para “restar veracidad a sus afirmaciones”. Así Dios sería malo porque no consigo trabajo, porque me caí por la calle, porque llovió y se mojó la ropa, porque unos asesinos quitaron la vida a unos inocentes, etc. En el imaginario de esas personas, Dios debería ser como una especie de siervo/guardaespaldas/superhéroe de cada ser humano sobre la faz de la tierra (por supuesto, no sería una persona que merece nuestra alabanza ni nuestro amor). Para entender por qué decimos que Dios nos ama, hemos de entender qué cosa es el amor. Y la mejor explicación la encontramos e

El encuentro con Dios en la Palabra...

Desde hace unos años, este domingo, el tercero del tiempo ordinario, se llama el domingo de la Palabra de Dios. Y habiendo escuchado las lecturas de nuestra Santa Misa no es difícil saber por qué. En la primera lectura (Neh 8,2-4a.5-6.8-10) escuchamos uno de los pasajes más lindos del Antiguo Testamento. El Pueblo de Israel estaba recomenzando su vida después de un largo periodo de exilio. Vivieron un momento difícil en donde la tentación de alejarse del bien se hizo presente. Para superar esa etapa difícil de la vida de Israel, la fe resultó un elemento fundamental: la tradición de padres a hijos de su propia cultura, entre lo que destacaba la fe en Dios. Padres transmitían a hijos lo que sabían de memoria: pasajes de la Sagrada Escritura.  Cuando estaban reconstruyendo la ciudad pronto se vio la necesidad de reconstruir la vida moral del pueblo. Y así le piden a Esdras, sacerdote, que vuelva a hacer del conocimiento del Pueblo el mensaje del Señor. Esdras recolecta las Sagradas Escri

Hagámosle caso a Mamá...

El Evangelio de hoy nos presenta el pasaje conocido como “las Bodas de Caná”, que nos relata una acción prodigiosa de Nuestro Señor de transformar el agua en vino, de gran calidad y en gran cantidad. El relato es rico en detalles: Los recién casados se habían quedado sin vino en plena fiesta. María se da cuenta del apuro en que se encontraban. María intercede ante su Hijo para poner remedio a la afrenta de los recién casados. Jesús le responde con algo de dureza a su Madre. No obstante este gesto, María confía en su Hijo, por eso su acto de intercesión no se detiene en la respuesta de Jesús.  María dice a los camareros una frase que no perderá jamás su vigencia: «Haced lo que él os diga». No cabe ninguna duda que tenemos un cariño inmenso por nuestra Madre, pero nuestra vida como creyentes –ya lo reflexionamos en otras ocasiones– solo tiene sentido cuando ponemos a Jesucristo en el centro. Y eso nos lo enseña nuestra Madre al recordarnos, hasta el fin de los tiempos, la razón de ser de

Dos cosas que podemos aprender del Bautismo del Señor

               Hoy celebramos con toda la Iglesia el momento de la vida del Señor en el que se acerca al Jordán a recibir el bautismo que ofrecía Juan el Bautista como un gesto de un nuevo comienzo de cara a Dios: un bautismo de conversión.              Ese gesto –recibir el bautismo de Juan– marca el inicio de la vida pública. Ese momento estuvo envuelto de unos eventos extraordinarios: una forma de paloma que desciende sobre el Señor y la voz del Padre quien afirma que Jesús es su Hijo. Ya eso nos dice mucho.              En el Evangelio de hoy (Lc 3,15-16.21-22), quisiera resaltar dos cosas y proponerlas a tu consideración.              La actitud de Juan el Bautista. Juan había adquirido una notoriedad a los ojos de los israelitas y extranjeros. Su vida ascética y la particular sabiduría que salía de sus labios lo hizo destacar por encima de cualquier otro personaje religioso (incluso, con respecto a otros personajes de la historia de Israel). La admiración había hecho que al

Abrir el corazón a la luz del Señor

Hoy, Solemnidad de la Epifanía del Señor, celebramos la decisión de Dios de darse a conocer a todos los hombres del mundo. Esa decisión se ve en el hecho especial de que unos Magos de Oriente, que no pertenecían al pueblo de Israel, se dejaron guiar por la luz de una estrella hasta Belén. La ofrenda de los Magos, habremos escuchado más de una vez, son un reconocimiento de la divinidad de Jesús (incienso), de su humanidad (mirra) y de su realeza (oro). Ese mismo reconocimiento merece Jesús por parte de nosotros: Jesús es nuestro Dios, nuestro Rey, nuestro hermano. Hoy quisiera resaltar un detalle particular: la disposición sincera de los Magos de dejarse guiar por la luz de la estrella al encuentro con Cristo Jesús. Mientras escuchamos también que Herodes y su corte no tenían esa disposición. Sin la disposición de cada cual para acercarse a Jesús, de tener un encuentro con Él, la acción de Cristo en el alma del hombre y su repercusión en la vida social resulta imposible. Se trata de una