Ir al contenido principal

En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso


1) Composición del lugar
Dicen los evangelios que junto al Señor crucificaron a otros dos malhechores.

2) Misma situación, diferentes actitudes
La tradición da nombres a estos dos malhechores. Uno, el malo, se llama Gestas; el otro, el bueno se llama Dimas. Ambos debieron haber cometido un delito atroz para merecer una muerte tan horrible. Ambos, seguramente. Ambos se encontraban en la misma situación, sin embargo, cada uno actúa de un modo diferente.

Uno le increpa al Señor y le reclama. El otro, en cambio, llega en ese momento al culmen de un proceso de sanación y reconciliación con Dios. Acepta su vida, su biografía, sus errores, sus pecados. Los asume como propios. Justo de allí comienza la sanación interior: la única manera de sanar una herida es saber donde está, cuan profunda es, cuan dañina y qué hay que hacer para sanar. El pecado, ya reconocido, solo tiene una cura: el perdón y la reconciliación con Dios.
Es por ello que Dimas reprendió al otro: “¿No temes a Dios, tú que estas bajo el mismo castigo? Nosotros estamos sufriendo con toda razón porque estamos pagando el justo castigo de lo que hemos hecho, pero este hombre no ha hecho nada malo” (Lc 23,40-41)
La solicitud de perdón y reconciliación va en una sola frase: “Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar”. Y Dios no se hace esperar: “en verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso”

3) Los hombres ven la apariencia, Dios ve el corazón (1Sam 16,7)
La mirada de Dios no es como la mirada de los hombres. Para todos los circunstantes, eran tres delincuentes. Tal vez algunos sabían que Jesús era inocente, pero probablemente pensaban que los otros dos eran malos. Jesús, que ve el corazón, sabe que uno de ellos ha llegado a la conversión. Y esto ha sido cónsono con su vida: “no tienen necesidad de medico los sanos… sino los enfermos… no he venido a llamar a los justos sino a los pecadores” (Mt 9,12-13)
A nosotros no nos está permitido contradecir, debemos velar por darle cumplimiento. Por lo general hacemos lo contrario, en lugar de abrir las puertas del paraíso, se la cerramos en la cara a aquellos a quienes Jesús mismo invitó y llamó. Condenamos a las prostitutas, a los presos, a los enfermos, y mucho más si son de SIDA, a los homosexuales, a los drogadictos, a los criminales, a los violadores; y más aún a los que no tienen el mismo color que yo, la misma ideología política, la misma condición social.

4) La búsqueda de la paz y el premio que Dios nos da
La paz es la tranquilidad del alma cuando todo está en orden. El pecado supone un desorden que roba la paz. Hay desordenes grandes que roban la paz del alma. El no reconocerlo es un obstáculo para la paz personal. Es ridículo –casi absurdo– mantenerse y persistir en el error. El orgullo y la soberbia son las raíces que roban la paz.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

1) Composición de lugar             El Señor está consciente de que su hora de morir ha llegado. 2) Confianza y abandono La oración de Jesús, en este momento de sufrimiento —« Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu »— es un fuerte grito de confianza extrema y total en Dios. Esta oración expresa la plena consciencia de no haber sido abandonado.

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

1) Lo que esperamos obtener de Dios no siempre es lo mejor para nuestra vida . Más de una vez nos habremos dirigido al Señor pidiéndole algo seguramente importante. Y más de una vez el Señor no nos concedió lo que le pedimos. Sin embargo, no nos debe quedar la menor duda de que lo que ocurrió redundará siempre en nuestro bien, aunque en el momento no lo entendamos o no lo veamos con claridad. Marta y María le mandan a avisar a Jesús que Lázaro está muy mal. Jesús no responde inmediatamente. Finalmente, Lázaro fallece. Cuando Jesús se hace presente, Marta le dice: “Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Marta esperaba que el Señor sanase a su hermano, pero no imaginó nunca que fue lo mejor que pudo pasar, porque con ello dio una muestra fuerte de su poder y su hermano volvió a la vida. 2) La verdadera vida está en Jesucristo . Hoy el término “vida” está relacionado más con el desorden y el placer. Y eso no es vida. La verdadera vida es la comunión de vida y a

¿Cómo actúa el Espíritu Santo en nosotros y en la Iglesia?

Es una pregunta interesante. No responderla implica el repetir hasta la saciedad que el Espíritu Santo actúa en nosotros y no tener idea de qué estamos hablando. Básicamente, el Espíritu Santo actúa ordinariamente de dos modos. Primero : El Espíritu Santo nos concede la misma vida de Dios. En los sacramentos, nosotros recibimos la gracia santificante. Esto quiere decir que recibimos la condición de hijos de Dios en el bautismo y, mientras tengamos la intensión de vivir según la Voluntad de Dios (eso es vivir en santidad) conservaremos esa amistad con Dios. Si por debilidad, descuido, pereza o maldad perdemos la gracia de Dios, el Espíritu Santo nos concede el perdón por el sacramento de la confesión. El Espíritu Santo hace posible nuestra vinculación con la familia de los hijos de Dios. Segundo : Con sus dones. En la tradición bíblica y en la tradición cristiana católica se identifican siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, pieda