Siempre es una decisión
Las lecturas de nuestra Santa Misa de hoy nos invitan a reflexionar sobre un elemento presente en nuestra vida de fe. Seguir al Maestro, así como alejarse de Él, es siempre la consecuencia de una decisión.
En la primera lectura de hoy (Jos 24, 1-2a. 15-17. 18b), Josué, el gran conductor del pueblo de Israel a la muerte de Moisés, una vez que ya han conquistado la Tierra prometida, reúne al pueblo para recordarles algo importante. El pueblo ha llegado hasta aquí en compañía del Señor Dios de los ejércitos. Y Josué le reemplaza a decidir a quién van a servir: si al Dios único y Todopoderoso o, por el contrario, a los dioses que encontraron en esa tierra. Josué da un testimonio elocuente: "En cuanto a mí toca, mi familia y yo serviremos al Señor".
En el Evangelio (Jn 6, 60-69), escuchamos como el Señor habla a los judíos haciéndoles saber lo exigente de seguirle. Lo más duro para los judíos es liberarse de su modo de entender el mensaje de Dios para aceptar el camino novedoso que propone Cristo Jesús. Los judíos renunciaron a entender que Cristo Jesús se ofrece completamente por los hombres y les resultaba escandaloso, a tal punto que muchos dejaron de seguirle.
Ante las duras y exigentes palabras de Nuestro Señor Jesucristo y el abandono de los judíos, el Señor pregunta a sus apóstoles si también ellos quieren dejarle. Y la respuesta de Pedro es un indicativo de cómo una vez que se conoce al Maestro no es fácil dejarle: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios".
Seguir a Cristo es una decisión. Una vez que se conoce al Señor y aceptamos su palabra, nuestra vida adquiere un sentido nuevo. San Pedro le llama palabras de vida eterna.
Un seguidor de Cristo puede tener momentos de debilidad e incluso, momentos de confusión en el cual temporalmente deja de cumplir la voluntad de Dios. Pero eso no quiere decir que su corazón se aparte de Él. Ese creyente entenderá que hace mal y que es necesario que vuelva a recorrer el camino para acercarse a Jesús.
Seguir a Cristo Jesús es una decisión. Y esa decisión debemos renovarla cada día: sería maravilloso que cada mañana le dijéramos al Señor una jaculatoria como la que escuchamos a San Pedro: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios".
Eso sería un buen propósito para nuestra vida de ahora en adelante: renovar nuestro seguimiento a Cristo Jesús para quien es toda la gloria, el honor y el poder por los siglos de los siglos.
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