No impulsivo, sino reflexivo

El Evangelio de nuestra Santa Misa continúa con el discurso del Pan de vida (Jn 6, 51 – 58). Es, sin duda, un elemento importante en la vida del creyente. Si no estamos unidos a Cristo Jesús, la vida de la gracia –esa familiaridad con Dios– estará ausente de nuestra vida.

La segunda lectura, tomada de la carta a los Efesios (5, 15 - 20), San Pablo nos invita a no dejarnos llevar por los criterios de este mundo. Invita San Pablo a ser más reflexivos y menos impulsivos a la hora de tomar las decisiones. De esta manera, nuestra vida no estará guiada por criterios irracionales sino por los criterios que marca Nuestro Señor.

Es un defecto de nuestra sociedad dejarse guiar por frases hechas, bastante acomodaticias, solo para justificar el estado actual de las cosas o para encontrar una excusa para no hacer un esfuerzo por cambiar. Y esta es la razón por la cual se nos invita a no ser insensatos y a ser prudentes.

Estoy seguro que más de una vez habremos escuchado una frase similar a esta, para justificar el que una persona renuncie a hacer un sacrificio y dejarse llevar por la irracionalidad: "De esta vida te llevarás solo lo que has disfrutado". Es la justificación perfecta para "el desmadre".  En realidad, lo que te llevas de esta vida a la presencia de Jesucristo, el Justo Juez, es lo bueno y lo malo que hayas hecho.

El creyente en Cristo Jesús no renuncia a celebrar ni tampoco asistir a una fiesta. El seguidor de Cristo Jesús coloca esas actividades en la justa medida, dando el valor que realmente tiene. Ahora, lo que no debe hacer un seguidor de Cristo es olvidarse de dedicar a Dios lo que merece.

El mundo no valora el que podamos dedicar algo a Nuestro Señor: sea nuestro tiempo, sea una actividad, sea el testimonio. Y las recientes olimpiadas son un ejemplo perfecto de esto. Por eso, hoy más que nunca resulta necesario el que tengamos la firme voluntad de poner a Cristo Jesús en primer lugar, y la celebración y la fiesta en el lugar que realmente deberían tener en nuestra vida.

El consejo de no ser impulsivo sino reflexivo es válido para muchos aspectos de nuestra vida. Pero resulta fundamental en la vida del cristiano. Sin ello, se corre el peligro de un cambio en los valores. El mundo quiere que te olvides de Dios y hará todo lo posible para que lo hagas. Va a depender de ti ponerte de rodillas ante el mundo, para el que serás un número más, o ponerte de rodillas delante de Dios, para quien serás siempre único.

Finalmente, San Pablo nos invita a expresar ante Dios lo que sentimos interiormente con salmos (hay muchos en la Sagrada Escritura), con himnos (la riqueza literaria de la historia de la Iglesia nos la pone fácil) y con cánticos (estamos algo carentes en esta materia). Es un modo especial y enriquecedor de relacionarnos con Nuestro Señor.

Recuérdalo: no seas impulsivo sino reflexivo. No te dejes guiar por los criterios del mundo, y exprésate ante Dios, para quien es toda la gloria por los siglos de los siglos.

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