El respeto religioso
Hay un hecho que podemos constatar todos. Existe una tendencia según la cual cualquier persona puede permitirse opinar sobre materia religiosa. Y ese tipo de personas creen que su opinión vale algo.
No es raro encontrarse, entonces, a personas que le indican al sacerdote como ellos consideran que debería ejercer su ministerio. También, y es el caso más frecuente, puedes encontrarte personas que te dirán que ellos son mejores cristianos a pesar de que no vayan a Misa ni cumplan los mandamientos. Y la razón en la que se fundamentan es porque ellos tienen algunas prácticas religiosas, pocas, pero que ellos consideran que es más que suficiente.
Eso es lo que se llama doctrina humana. Para entendernos mejor: la doctrina humana es aquella palabra de hombre que pretende ocupar la Palabra de Dios para erigirse en la voluntad divina. Y eso es lo que critica el Señor.
Nuestro Señor Jesucristo reclama a los judíos de su época el que ellos le prestan más atención a las tradiciones humanas que a la Palabra del Señor. Y así el Maestro aprovecha para enseñar a sus discípulos que nada que entre en el hombre lo hace impuro, sino lo que sale de él. Prestarle más atención a los modos y a los gestos a los rituales y a las prácticas tradicionales siempre va a suponer el peligro de dejar de lado la voluntad del Dios.
Por eso, las lecturas de hoy nos invitan a tener un respeto religioso: saber reconocer la voluntad de Dios a pesar de que no la practiquemos o nos resulte difícil poner en práctica. En la primera lectura, Moisés invitaba al pueblo a no añadir y quitar nada a la voluntad expresa en la ley. El apóstol Santiago nos recuerda hoy: "Acepten dócilmente la palabra que ha sido sembrada en ustedes y es capaz de salvarlos. Pongan en práctica esa palabra y no se limiten a escucharla, engañándose a ustedes mismos".
Hoy es una oportunidad propicia para examinarnos sobre nuestro respeto religioso. También deberíamos aprovechar para discernir entre todas las prácticas que tenemos a lo largo del año cuáles son expresión de la voluntad de Dios y cuáles no. Así haremos un camino de reflexión que enriquecerá nuestra vida espiritual y orientará mejor nuestra vida.
A Cristo Jesús la gloria, el honor y el poder, por los siglos de los siglos.
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