Sanación interior

Las lecturas de nuestra Santa Misa sin duda invitan a considerar a la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía como alimento que nos fortalece. No obstante, ello no resulta una receta mágica.

No es un secreto para nadie que cuando nos acercamos a Nuestro Señor Jesucristo, ese encuentro nos aprovechará según la disposición con que nos acerquemos a Él. Si vamos con las mejores disposiciones, creceremos más interiormente, pero si lo hacemos como una cuestión de rutina y con poca atención, ese encuentro no nos aprovechará en nada. Todo lo contrario: resultará para nosotros en una forma de ir despreciando paulatinamente al Señor. 

La segunda lectura de la Misa resulta provechosa. San Pablo invita a la comunidad de Éfeso a que saquen de su corazón todo tipo de resentimiento que pueda suponer un obstáculo para el encuentro con Cristo y la acción del Espíritu Santo (Ef 4, 31). Y es un punto importante a considerar en nuestra vida: para que nosotros podamos crecer en cada encuentro con Cristo tenemos que disponernos a la sanación interior. 

No cabe la menor duda que a lo largo de nuestra vida vamos cargando con diversos sentimientos que no son muy nobles: decepciones, ira, rabia, rencor, temor, ansiedad, orgullo, soberbia, etc. Toma en consideración que mientras esas cosas ocupen espacio en nuestro corazón, un encuentro enriquecedor con Cristo Jesús, sea en la Eucaristía, sea en la oración o en la meditación de la Palabra, no será completamente provechosa.

Si lo consideras bien, muchos de los judíos en la época del Señor no aceptaron ni su Palabra ni su Persona porque tenían en su corazón otros sentimientos que no le permitieron reconocer a Jesús (Jn 6, 41 - 43). Y algo similar puede ocurrir en nuestra vida: si no sanamos interiormente, nuestros encuentros con Jesucristo no serán todo lo provechoso para nuestra vida. 

Desde siempre, para poder sobrellevar todas las dificultades y adversidades de la vida, se requiere una fortaleza interior superior. Y no hay nada mejor que la fortaleza que nace de Cristo Jesús y la acción del Espíritu Santo.

Si quieres que Jesucristo, Pan de vida, sea el alimento de tu vida interior entonces debes iniciar un camino para sanar interiormente el corazón. Mientras el corazón esté lleno de resentimientos, no hay lugar para Cristo en él. 

Que Dios Nuestro Señor nos ayude y nos bendiga.

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

La segunda venida del Señor y el fin del mundo