Remover los obstáculos

Llegamos al tercer domingo de Adviento. Y hoy las lecturas nos invitan a poner nuestra alegría en el motivo verdadero: en Cristo Jesús, el Señor. Porque el Señor está cerca, no debemos dejar que nuestro corazón se inquiete.

Esta es, tal vez, una de las cosas más difíciles de comprender para muchos hermanos. ¿Se puede estar tranquilo con la situación económica y social que estamos viviendo? Como dicen en otros lugares, ¿se puede ser feliz con la que está cayendo? La respuesta simple y sencilla es: Sí. La pregunta siguiente es: ¿Cómo?

Nosotros vivimos en medio de una cultura que ha ido perdiendo cada vez los referentes morales. No es nuevo. Ya pasaba eso en la época del Señor. ¿A qué se aferra una persona para su equilibrio emocional? Normalmente a lo material, y al poner allí toda la razón de su felicidad, la carencia previsible hace que perdamos la paz del alma y vayamos en búsqueda de mayores seguridades que, paso a paso, nunca serán suficientes. Y entonces, pasa algo curioso: en lo que habíamos puesto el fundamento de nuestra felicidad, se vuelve en la causa de nuestra infelicidad.

El asunto es que esa manera de pensar y de vivir no va a conducirnos a la felicidad. Porque la verdadera razón de la alegría y la felicidad es Dios mismo, Cristo Jesús. Pero la búsqueda de la felicidad efímera se convierte en un obstáculo para acercarnos a Cristo Jesús. Entonces, para ser felices, debemos remover todo lo que suponga un estorbo para encontrarnos con Cristo.

Y eso es lo que escuchamos en el Evangelio de nuestra Misa de hoy. Ante el anuncio de Juan Bautista sobre la presencia inminente del Mesías, la gente se acerca a preguntarle qué deben hacer. Y las respuestas son claras: todo lo que aleje tu corazón de Dios, ¡pa’ fuera! Por eso:

¿Ves a un hermano necesitado y puedes ayudarlo?, ayúdalo. Deja de pensar solo en ti. Recuerda que Dios es inmenso y debes dejarte guiar por Él.

¿Te aprovechas de la necesidad de otro?, deja de hacerlo. El otro es tu hermano y el mal que le hagas no quedará sin castigo.

¿Estás en una posición privilegiada?, pues no te aproveches de eso para hacer mal a otros. Al contrario, busca el bien para todos.

Finalmente, no te distraigas ni te dejes impresionar por lo exterior. Debes dirigirte a lo verdaderamente importante: Cristo Jesús. “Ya viene otro más poderoso que yo, a quien no merezco desatarle las correas de sus sandalias. Él los bautizará con el Espíritu Santo y con fuego”.

La verdadera felicidad está en Cristo y para alcanzar a Cristo en el corazón debes quitar todo lo que estorba. Bendiciones.

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