Familia, escuela de valores
Este domingo celebramos junto con toda la Iglesia la Fiesta de la Sagrada Familia: Jesús, María y José. Hoy, como siempre, es una oportunidad maravillosa para reflexionar sobre la voluntad de Dios sobre la institución familiar.
Hay un asunto sobre el cual se hace urgente discurrir con atención: la transmisión de los valores religiosos. En el Evangelio escuchamos que la Sagrada Familia “solía ir cada año a Jerusalén para las festividades de la Pascua”. Y, al parecer, también acudían con ocasión de las otras festividades religiosas importantes de Israel. Jesús aprendió los valores religiosos de sus padres.
Hoy las familias cristianas sufren un fuerte ataque. La institución matrimonial como proyecto originario de Dios está siendo masacrada por las ideologías, que, aunque dan resultados desastrosos, la siguen defendiendo y promoviendo con una cantidad obscena de dinero. Esas mismas ideologías atacan el mensaje de Cristo Jesús. Venden, sobre todo a los más jóvenes, que el mensaje de Cristo y la misión de la Iglesia son un obstáculo para la vida que ellos venden como feliz.
Y la familia cristiana se ha convertido en uno de los últimos baluartes para la defensa del proyecto de Dios. Y no solo eso: es también el lugar natural para que las nuevas generaciones conozcan y amen a Jesucristo. Y en esto, la familia del siglo XXI se encontró en una batalla completamente desguarnecida.
La inmensa mayoría de los fieles adultos hoy crecieron en una sociedad cristiana, en la que los valores se asumían como una suerte de herencia cultural. No se veía tanto la necesidad de una formación espiritual porque, en parte, la daba la sociedad. Pero la sociedad cambió y la Iglesia no se dio cuenta oportunamente. Eso conllevó el que las familias se encontraron sin herramientas nuevas para educar en la fe a los más chicos.
Hoy las familias tienen que rearmarse. En el mismo capítulo 6 de la carta a los Efesios que escuchamos en la Santa Misa, San Pablo nos dice: “Fortalézcanse en el Señor y en su fuerza poderosa. Revístanse de las armas que les ofrece Dios para que puedan resistir a las asechanzas del diablo. Porque nuestra lucha no es contra adversarios de carne y hueso, sino contra los poderes, contra las potestades, contra los que dominan este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal” (6, 10 – 12). Y hay que comenzar con lo fundamental: tener un encuentro con Cristo Jesús. Y luego dejarse guiar por Él.
Hoy la familia tiene como misión ineludible transmitir valores, pero especialmente, valores cristianos. Que los jóvenes sean temerosos de Dios y seguidores de Cristo.
Bendiciones para todos.
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