Reconocer a Jesús
El punto de partida fundamental para los cristianos es reconocer a Jesucristo tal cual es. Nuestro trato y nuestro seguimiento a Cristo Jesús dependerá de cómo le reconozcamos.
Para un buen número de bautizados nuestro señor Jesucristo resulta alguien prácticamente desconocido. Hablan de Él como lo harían de cualquier otro personaje de la historia. No lo hacen como alguien importante en su vida. El resultado es inevitable su seguimiento a Cristo Jesús es prácticamente nulo.
En el evangelio de hoy escuchamos una situación peculiar. El camino que sube de Jericó a Jerusalén era una ruta muy concurrida. Era el camino que recorrían los peregrinos para subir a la Ciudad Santa. Muchas personas que sufrían algún tipo de discapacidad se sentaban a la vera del camino a pedir limosna a los transeúntes. Esa era la situación de Bartimeo, el ciego del cual escuchamos en el evangelio de nuestra misa de hoy.
Con toda seguridad habría muchísimos discapacitados en esa ruta. Y seguramente habría muchísimos transeúntes. Bartimeo escucha que es Jesús el que estaba pasando. No queda la menor duda de que Bartimeo había escuchado hablar de Él. Tampoco cabe ninguna duda de que Bartimeo reconocía a Jesucristo como el Mesías prometido: comenzó a llamar a Jesús con el título mesiánico de Hijo de David.
Cada uno de nosotros está llamado a dar una respuesta personal a la pregunta de quién es Cristo Jesús. Y dependiendo de nuestra respuesta será nuestro trato y seguimiento. Y cuando se tiene un trato especial con Cristo Jesús Señor y Salvador pueden ocurrir cosas grandes. Y eso lo sabemos porque tenemos la certeza de que Cristo Jesús es todopoderoso. Y Él sabe lo que nos conviene.
Hay un detalle más sobre el cual quiero llamar tu atención. El uso del manto en esa época era algo muy común. Además de ser una prenda de vestir resultaba una herramienta muy útil para protegerse del sol, para protegerse del polvo y de la arena, y como una suerte de cama improvisada cuando se iba de camino. No cabe duda de que era algo muy útil. Pero en el caso específico de Bartimeo, le resultaba un estorbo para acercarse a Jesús. Por eso en el evangelio escuchamos que Bartimeo tiró el manto. La razón es sencilla suponía para él un obstáculo para acercarse a Jesús.
No resulta difícil hacer un símil en nuestra vida. Hay muchas cosas que pueden resultarnos útiles y nos facilitan la vida pero hemos de saber discernir si ellas en algún momento determinado de nuestra vida se convierten en un obstáculo para acercarnos a Jesús. El haberse liberado del manto le permitió acercarse a Jesús y recibir el don de la vista.
Dependiendo de cómo reconozcamos a Jesús será nuestro seguimiento a Él. Si lo reconocemos como Salvador y señor, Jesús podrá hacer obras grandes en nosotros. Para ello es necesario que nos liberemos de todas las cosas que puedan suponer un obstáculo para nuestro encuentro con Cristo Jesús.
Al Hijo de David la gloria, el honor y el poder, por los siglos de los siglos. Amén.
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