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Los hechos son mas elocuentes...

 Seguramente habremos escuchado más de una vez decir una frase similar a esta: “un gesto dice más que mil palabras”. No deja de ser cierto en un aspecto bastante común de nuestra experiencia. Y efectivamente los hechos son mucho más elocuentes que las palabras

Tristemente nuestra sociedad moderna ha comenzado a distorsionar la percepción de lo verdadero, llevado tal vez por el mal ejemplo de los políticos y, sin duda, por el papel que juegan las redes sociales. El principal criterio para aceptar algo como verdadero es si alguien quiere que eso sea verdad. De esta manera comienzan a extenderse las noticias falsas: hay personas que quieren que eso que es falso sea verdadero y lo aceptan como tal.

No importa si se gasta un mar de tinta: La realidad no cambia sólo porque alguien lo diga o porque alguien quiera imponer una mentira.

En las lecturas que escuchamos en nuestra Santa Misa de hoy escuchamos un reclamo que hace Dios Nuestro Señor precisamente porque se afirma algo que no es verdadero. En la primera lectura (Ez 18, 25-28), el profeta Ezequiel reclama a un grupo de personas el que tachen a Dios como injusto porque se muestra cercano con el pecador. La intención de Dios no es hacer que la gente se condene, sino que cada quien escuche su llamado a la conversión y si aleje del mal.

En un sentido más didáctico, Nuestro Señor Jesucristo pone un ejemplo para enseñar a los Sumos Sacerdotes y a los ancianos de Israel que el Señor se muestra mucho más cercano cuando las personas deciden rectificar su vida. De hecho, ante la parábola (Mt 21, 28-32) y la pregunta del Maestro, los Sumos Sacerdotes y los ancianos del pueblo reconocen que quien cumplió la voluntad del padre fue el hijo que inicialmente rechazó la invitación paterna, pero que luego rectificó. Y tomando pie de su propia respuesta, Cristo Jesús les hace saber que los que eran pecadores públicos se encuentran mucho más cerca de Dios porque, ante la invitación de Juan el Bautista, ellos cambiaron de vida.

La conversión, que es el paso inicial para acercarnos a la salvación que Cristo nos ofrece, no será posible si eso no se traduce en las acciones del día a día. De lo contrario nos encontraremos con personas que hacen muchísimo daño a la Iglesia de Cristo porque afirman ser fieles creyentes, pero su vida dice todo lo contrario.

Como lo hemos afirmado en otras ocasiones: no importa lo que alguien haya hecho en el pasado. Si ha aceptado la oferta de Cristo y ha decidido cambiar de vida, esa persona se encuentra mucho más cerca de Nuestro Señor Jesucristo. Y el Señor se alegra porque “si recapacita y se aparta de los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá” (Ez 18, 28). Y eso vale también para nosotros.

Que la bendición de Dios nos acompañe siempre.


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