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No es solo hacer cosas

 Un error muy común que descansa en el imaginario de la gente es el hecho de que la vida cristiana –el seguir a Jesús– se reduciría solo a hacer cosas o a remediar necesidades de índole material.

De este modo, es recurrente el hecho de que se le recrimine a la Iglesia (toda Ella) el hecho de que no destine absolutamente todos sus bienes (no importa si queda en la indigencia) a subsanar los males del mundo, en concreto, dos: el hambre y las enfermedades. De hecho, afirman algunos voceros de esa manera de pensar, no hacerlo implica una falta de testimonio y un motivo para que la gente no crea.

Esa manera de pensar, atea por demás, deja de lado el hecho de que, viviendo en este mundo, los bienes materiales resultan necesarios para el cumplimiento de la principal misión que Jesús ha encomendado a la Iglesia: anunciar el Evangelio. 

El resultado de evangelizar es que cada persona tenga un encuentro transformador con Cristo Jesús y tenga una relación personal con Él. Eso lo llamaban antes vida interior, hoy le llaman vida de oración. Es necesario que todos los que se dicen creyentes tengan vida de oración.

Esto no es un juego de palabras. Es lo que enseña el Señor y lo escuchamos perfectamente en el Evangelio de nuestra Santa Misa de hoy (Lc 10, 38-42). La parte mejor será siempre el trato con Jesús. Dedicarnos a cosas materiales, aunque buenas, sin el trato personal con Jesucristo no vale nada. Ya lo enseña San Pablo (1Co 1, 1-13).

Por eso, debemos dejar la superficialidad a la hora de discernir cuáles son nuestros compromisos como cristianos. No podemos limitarnos a decir que hacemos cosas o que no matamos ni robamos (como si fuesen solo esos dos mandamientos). No debemos olvidad jamás que lo esencial y más importante es la espiritualidad: nuestro trato con el Dios y Salvador Nuestro Jesucristo.

Hoy sería una oportunidad maravillosa para examinarnos delante del Señor cuánto hemos cuidado nosotros nuestra espiritualidad: los ratos de oración, la lectura y meditación de la Palabra, nuestra participación en los actos de culto. En otras palabras: como es mi trato con Jesucristo.

Bendiciones para todos.


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