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Anunciar con la confianza puesta en el Señor

 El Evangelio de hoy (Lc 10, 1-12. 17-20) es muy rico en ideas, al referirse al anuncio del mensaje de salvación de nuestro Señor.

Comienza el evangelio de nuestra Santa Misa con una frase que habremos escuchado miles de veces a lo largo de nuestra vida: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos”. Y todos estamos más que claros en que el dueño de los campos es Dios mismo y que nunca habrá suficientes personas que anuncien el mensaje de salvación.

Es un deber de todo cristiano pedir por los sacerdotes, por los religiosos y misioneros, y que nunca falten vocaciones a su Iglesia.

Ahora, bien, como nos recuerda la Santa Madre Iglesia, es un deber de todo cristiano anunciar el mensaje de Cristo, cada cual según su propia condición. Y es, en este punto, donde los seguidores de Cristo Jesús se muestran reacios, a veces con excusas bastante ridículas.

Todos, absolutamente todos, podemos y debemos dar testimonio de nuestra fe en Cristo con nuestra conducta. Nadie se encuentra exento de esto. Cuando un creyente cede ante la ideología y los intereses del mundo se convierte no solo en un absurdo, sino también en un hipócrita que manda un mensaje equivocado a los no creyentes.

Otros, se escudan en el hecho de que no son doctores en teología o que no tienen la suficiente preparación para anunciar a Cristo y su mensaje. El asunto es que los apóstoles y los discípulos tampoco la tenían. El asunto es que pensamos que evangelizar es organizar una velada donde se vaya a predicar tres horas. Básicamente, evangelizar consiste en dar nuestro testimonio con nuestras palabras.

A veces, solo con escuchar a una persona y decirle que orarás por ella es suficiente. En otras, invitar a una persona a confiar en Jesús, o corregirle si ha actuado mal, u orientarlo si está confundido o enseñarle si está equivocado. Evangelizar no requiere hacer necesariamente cosas extraordinarias.

Una última excusa que suele ponerse es el hecho de la carencia de medios. Y el Evangelio de hoy es claro en la intensión del Señor: “No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino”. La eficacia del mensaje no depende de los medios que podamos tener o no (si los tenemos, bien) sino en la confianza que tengamos en Cristo Jesús.

Hoy no olvidemos esto: todos estamos llamados a anunciar a Cristo Jesús y su mensaje con la confianza puesta en el Señor.

Dios nos bendiga.


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