Ir al contenido principal

La oración de intercesión

En las lecturas de la Santa Misa de hoy escuchamos una de las prácticas que siempre ha existido en nuestra fe y que, en la vivencia de los creyentes, está siendo olvidada. Se trata de la oración de súplica o de intercesión.

La oración de intercesión es la petición que elevamos ante Dios en favor de otro (Catecismo de la Iglesia Católica 2635). 

En la primera lectura, del libro del Génesis (18, 20-32), escuchamos el pasaje donde Abraham intercede ante Dios por una ciudad que sería destruida por la forma inmoral de vivir que existía en ella. Es, sin duda alguna, el mejor ejemplo de lo que significa la oración de intercesión: Abraham eleva continuamente la súplica al Señor para obtener su favor.

En el Evangelio de hoy (Lc 11, 1-13) escuchamos el pasaje donde el Señor Jesús, después de enseñarnos la oración del Padre Nuestro, nos propone la parábola del amigo inoportuno. Termina diciendo el Maestro: “Si el otro sigue tocando, yo les aseguro que, aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo, por su molesta insistencia, sí se levantará y le dará cuanto necesite

El Señor Jesús nos quiere proponer otras características que debe tener la oración de súplica por parte del creyente.

La oración de intercesión debe ser perseverante: Aun cuando el Señor sepa lo que nosotros necesitamos, no quiere decir en modo alguno que nos desentendamos de la intención. Hemos de ser insistentes, perseverantes.

La oración de intercesión debe ser confiada. El Maestro nos dice en el Evangelio de hoy que Dios es un padre bueno y que no nos va a conceder cosas malas. Por eso, nuestra súplica ha de ser confiada.

Una cosa más que debemos considerar es que orar por otros -interceder- es una forma de amar al prójimo. De hecho, no olvidemos que una de las obras de misericordia es orar por los vivos y por los difuntos.

La oración de intercesión siempre ha estado presente en la vida de la Iglesia (incluso ya en el Antiguo Testamento). Jesús oraba por sus apóstoles, en especial por Pedro (Lc 22,32) e incluso por sus verdugos (Lc 23, 34). Las primeras comunidades cristianas vivían con intensidad la oración de intercesión (Hch 12, 5; 20, 36; 21, 5; 2 Co 9, 14, Ef 6, 18-20; Col 4, 3-4; 1 Ts 5, 25). La intercesión de los cristianos no conoce fronteras: “por todos los hombres, por [...] todos los constituidos en autoridad” (1 Tm 2, 1), por los perseguidores (Rm 12, 14), por la salvación de los que rechazan el Evangelio (Rm 10, 1).

Tengamos presente esto: la oración de intercesión se fundamenta en la fe en Dios Todopoderoso, en la confianza en Su Bondad y es no solo un acto de amor a Dios sino también al prójimo por quien intercedemos.

Bendiciones para todos.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

1) Composición de lugar             El Señor está consciente de que su hora de morir ha llegado. 2) Confianza y abandono La oración de Jesús, en este momento de sufrimiento —« Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu »— es un fuerte grito de confianza extrema y total en Dios. Esta oración expresa la plena consciencia de no haber sido abandonado.

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

1) Lo que esperamos obtener de Dios no siempre es lo mejor para nuestra vida . Más de una vez nos habremos dirigido al Señor pidiéndole algo seguramente importante. Y más de una vez el Señor no nos concedió lo que le pedimos. Sin embargo, no nos debe quedar la menor duda de que lo que ocurrió redundará siempre en nuestro bien, aunque en el momento no lo entendamos o no lo veamos con claridad. Marta y María le mandan a avisar a Jesús que Lázaro está muy mal. Jesús no responde inmediatamente. Finalmente, Lázaro fallece. Cuando Jesús se hace presente, Marta le dice: “Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Marta esperaba que el Señor sanase a su hermano, pero no imaginó nunca que fue lo mejor que pudo pasar, porque con ello dio una muestra fuerte de su poder y su hermano volvió a la vida. 2) La verdadera vida está en Jesucristo . Hoy el término “vida” está relacionado más con el desorden y el placer. Y eso no es vida. La verdadera vida es la comunión de vida y a

¿Cómo actúa el Espíritu Santo en nosotros y en la Iglesia?

Es una pregunta interesante. No responderla implica el repetir hasta la saciedad que el Espíritu Santo actúa en nosotros y no tener idea de qué estamos hablando. Básicamente, el Espíritu Santo actúa ordinariamente de dos modos. Primero : El Espíritu Santo nos concede la misma vida de Dios. En los sacramentos, nosotros recibimos la gracia santificante. Esto quiere decir que recibimos la condición de hijos de Dios en el bautismo y, mientras tengamos la intensión de vivir según la Voluntad de Dios (eso es vivir en santidad) conservaremos esa amistad con Dios. Si por debilidad, descuido, pereza o maldad perdemos la gracia de Dios, el Espíritu Santo nos concede el perdón por el sacramento de la confesión. El Espíritu Santo hace posible nuestra vinculación con la familia de los hijos de Dios. Segundo : Con sus dones. En la tradición bíblica y en la tradición cristiana católica se identifican siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, pieda