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Lo grandioso no siempre es valioso

Una gran tentación que tenemos todos los seres humanos es pensar que, porque algo haya costado mucho dinero o sea mucho más vistoso, es más valioso. Y así, algunos padres piensan que un regalo más caro o más grande es más valioso que cualquier otra cosa. Y no es verdad.

En realidad, es más valioso el tiempo y la dedicación que pueda hacer papá o mamá por sus hijos. Eso no tiene precio.

En las lecturas de hoy, el Señor nos enseña esas dos cosas: 

En primer lugar, que no siempre lo más vistoso es sinónimo de lo mejor. Para Dios Nuestro Señor no vale más una grandiosa oferta que la ofrenda de la propia vida. En la primera lectura (1Re 17,10-16), el profeta Elías pide a la viuda de Sarepta que le dé de comer. La viuda le dice que solo tienen para comer y echarse a morir. Elías le dice que el Señor recompensará su sacrificio y así fue. De igual manera, el Maestro contrapone las grandes ofrendas sin sacrificio personal con pequeño óbolo de la viuda: ésta dejaba la vida ante el Señor en contra de los que hacían grandes ofrendas de lo que les sobraba (Mc 12,38-44).

En segundo término, lo realmente valioso ante el Señor es la ofrenda de la propia vida. Ya en otras ocasiones, hemos escuchado la Sagrada Escritura afirma que el Señor aprecia más un corazón contrito y humillado que miles de sacrificios y holocaustos (Sal 50, 16-17). Y eso es lo que espera el Señor de todos.

La conversión implica un cambio de vida: apartarse del mal y acercarnos a Dios. No se trata solo de hacer ofrenda de bienes materiales (que formará parte de la práctica de la religión siempre), sino sobre todo de la propia vida. Todo lo que hagamos, hemos de hacerlo para la gloria de Dios (1Co 10, 31).

Si una persona hacer algo vistoso para recibir la admiración de la gente, no busca la gloria de Dios. Se busca a sí mismo, busca ser reconocido por las demás personas. La persona que se ofrece a sí mismo, busca agradar al Señor. Y eso vale todo a los ojos de Dios.

Que Dios te bendiga.


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