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Cristo vino y vendrá

Inicia hoy un tiempo litúrgico nuevo: el Adviento. Es un camino espiritual para disponer nuestro corazón a celebrar el Nacimiento de Cristo. Hoy es el primer gran paso en ese camino.

Las lecturas de la Santa Misa de hoy nos hablan de las dos venidas de Cristo anunciadas en la Sagrada Escritura. La primera venida anunciada (Jer 33,14-16) ya tuvo lugar: el vástago de David, Jesús, nació de Santa María Virgen. Es el cumplimiento de las promesas que hizo Dios a los Patriarcas, al rey David y al Pueblo de Israel y Judá: El León de Judá, Hijo de David, es rey eterno de justicia y de paz.

El Señor Jesús nos anuncia su segunda venida: “Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria” (Lc 21, 27). Los eventos “apocalípticos” que el Señor dice que acompañarán a su venida indican que no cabrá duda de que todos los hombres de la faz de la tierra percibirán físicamente la presencia del Señor con poder y majestad.

Cabe preguntarnos: Y entre una y otra venida, ¿qué hacemos?

La pregunta solo tiene sentido si hemos conocido a Jesús, lo hemos aceptado como Salvador y Señor, y hemos tomado la decisión de hacer nuestra esa salvación dejándonos guiar por su mensaje. El Maestro ha hablado y nosotros somos sus discípulos.

San Pablo nos enseña que, en la espera de su segunda venida, debemos afianzar y fortalecer nuestro corazón en el amor a Dios y a los hermanos, “de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos” (1Tes 3, 13). Nos toca llevar una vida lo más santa posible. Santidad no significa no pecar nunca, sino orientar nuestra vida como una ofrenda a Dios. Si pecamos, pedimos perdón al Señor; si nos caemos, nos levantamos. Eso es santidad.

El camino del Adviento inicia con el propósito de llevar una vida en santidad. ¡Vamos!

Bendiciones para todos.


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