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Volver a lo original...

 Iniciamos hoy el tiempo de cuaresma, tiempo de conversión y penitencia. El gesto que marca el inicio de este tiempo es la imposición de la ceniza sobre nuestras cabezas. Ceniza que nos recuerda no solo nuestros orígenes bíblicos, sino también lo pasajero y lo caduco de nuestra vida.

Las lecturas de hoy nos invitan a la práctica de la oración, el ayuno y la limosna como una ayuda para que podamos volver a lo original del cristianismo: todo lo que hacemos vaya con la unción del corazón.

En la primera lectura de la Santa Misa (Joel 2,12-18) el profeta invita al cambio de vida, pero que no sea solo externo (de cara a la gente, a la galería) sino de todo corazón. En el salmo (50), nos unimos al rey David en la súplica: “Oh, Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme”.

En el Evangelio (Mt 6,1-6.16-18) Nuestro Señor Jesucristo nos invita a purificar las intensiones en todo lo que hacemos. Todo debe salir del corazón por la razón correcta: porque Dios lo merece, porque quiero hacer penitencia, porque quiero hablar con mi Dios. Hacerlo por otras intensiones hace que no valga nada.

Este es un tiempo para volver a lo original del cristianismo: a una vivencia y una práctica genuinas, que nazcan del corazón y que tengan como único destinatario Jesús nuestro Salvador. Si vas a orar, no es para que te vea la gente (Mt 6, 5), si van a hacer penitencia (ayuno) que nadie se dé cuenta, sino nuestro Dios y Salvador (Mt 6, 16); si vas a dar limosna, hazlo para ayudar al prójimo, para desprenderte de apegos mundanos y para honrar al Señor de cielos y tierra (Mt 6, 1-2).

Las prácticas de la oración, el ayuno y la limosna nos ayudarán a volver a lo genuino del seguimiento a Cristo: la unción del corazón.


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