Ir al contenido principal

El Señor no se deja ganar en generosidad


Jocosamente, en las charlas para los papás y los padrinos de bautizos, hacía una narración particular. Una persona, estando en su casa, oye que tocan a la puerta: un vecino que pide dinero para el sepelio del hijo de una señora mayor y pobre. Ante el cuadro dramático, la persona decide ayudar y da una colaboración de 5 $. Luego, vuelven a tocar la puerta, esta vez es otro vecino quien solicita la colaboración para comprar licor porque, habiendo armado una rumba en la calle –dominó incluido– se acabó la cerveza, así que solicita la colaboración para comprar otra caja de cerveza. El señor de la casa se anima a ir a la fiesta y hace un aporte de 10 $. Finalmente, toca la puerta una persona que viene de parte de la parroquia, entregando un sobre para recoger una colaboración para el arreglo del techo de la Iglesia, y el señor de la casa pone en el sobre la grandiosa colaboración de 500 Bs.

No deja de arrancar algunas risas, pero no deja de llamar a la reflexión.

Todo creyente ha de ser educado en la generosidad con el Señor, pero no solo por lo que se refiere al aporte económico, que siempre será necesario, sino también con el tiempo y con la propia vida. Nada de eso el Señor lo deja sin recompensa. En la primera lectura escuchamos el gesto que tuvo el Señor con aquella familia que fue generosa con Eliseo.

Las personas que no tienen fe en Jesús o su fe resulta poca o nula, ponen sus esperanzas y sus reparos en las cosas materiales o en los afectos personales.

Piensan más en la necesidad material: para esas personas es más importante el trabajo, la búsqueda de comida, o inclusive el azar. No se dan cuenta que ponen el corazón y la esperanza en cosas vanas y pasajeras.

Piensan más en el poder: creen que acercándose a la política o fiándose de cualquier otro medio de poder (dinero, influencias, armas, modos de desprestigiar) obtendrán la plena satisfacción de los anhelos. Todas esas cosas, al final, defraudan. Y son efímeras.

Piensan más en lo que dirán las personas: Así, hacen lo que los demás quieren que hagan (modas, acciones, modos de hablar o de decir). Creen que satisfaciéndolos obtendrán la paz del alma, y en realidad, lo que hacen es llenarse frustraciones, porque al colectivo jamás se le complace. Siempre querrá más y siempre el individuo más débil será el sujeto más manipulable.

Hoy, el Señor Jesús nos invita a encontrar la plenitud en Él. Al mismo tiempo, pide que seamos generosos con Él, porque Cristo no se deja ganar en generosidad. A unos les pide mayor entrega que a otros. Lo importante es que seamos generosos con su causa. Anteponer otros intereses es vaciar el corazón y correr el riesgo de perder la salvación de la propia alma.

Solo en Jesús podremos obtener paz y gozo, tranquilidad y consuelo, alegría y esperanza. Para eso es necesario darlo todo por Él, según Él lo pida.

No seamos mezquinos. Seamos generosos que Jesús no se deja ganar en generosidad.

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

1) Composición de lugar             El Señor está consciente de que su hora de morir ha llegado. 2) Confianza y abandono La oración de Jesús, en este momento de sufrimiento —« Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu »— es un fuerte grito de confianza extrema y total en Dios. Esta oración expresa la plena consciencia de no haber sido abandonado.

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

1) Lo que esperamos obtener de Dios no siempre es lo mejor para nuestra vida . Más de una vez nos habremos dirigido al Señor pidiéndole algo seguramente importante. Y más de una vez el Señor no nos concedió lo que le pedimos. Sin embargo, no nos debe quedar la menor duda de que lo que ocurrió redundará siempre en nuestro bien, aunque en el momento no lo entendamos o no lo veamos con claridad. Marta y María le mandan a avisar a Jesús que Lázaro está muy mal. Jesús no responde inmediatamente. Finalmente, Lázaro fallece. Cuando Jesús se hace presente, Marta le dice: “Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Marta esperaba que el Señor sanase a su hermano, pero no imaginó nunca que fue lo mejor que pudo pasar, porque con ello dio una muestra fuerte de su poder y su hermano volvió a la vida. 2) La verdadera vida está en Jesucristo . Hoy el término “vida” está relacionado más con el desorden y el placer. Y eso no es vida. La verdadera vida es la comunión de vida y a

¿Cómo actúa el Espíritu Santo en nosotros y en la Iglesia?

Es una pregunta interesante. No responderla implica el repetir hasta la saciedad que el Espíritu Santo actúa en nosotros y no tener idea de qué estamos hablando. Básicamente, el Espíritu Santo actúa ordinariamente de dos modos. Primero : El Espíritu Santo nos concede la misma vida de Dios. En los sacramentos, nosotros recibimos la gracia santificante. Esto quiere decir que recibimos la condición de hijos de Dios en el bautismo y, mientras tengamos la intensión de vivir según la Voluntad de Dios (eso es vivir en santidad) conservaremos esa amistad con Dios. Si por debilidad, descuido, pereza o maldad perdemos la gracia de Dios, el Espíritu Santo nos concede el perdón por el sacramento de la confesión. El Espíritu Santo hace posible nuestra vinculación con la familia de los hijos de Dios. Segundo : Con sus dones. En la tradición bíblica y en la tradición cristiana católica se identifican siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, pieda