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¿Qué es la fe?

Esta es una pregunta que muchos cristianos no sabrían responder correctamente, porque, de hecho no saben qué cosa es la fe.

La mayoría de las personas piensan que la fe es la aceptación intelectual de la existencia de Dios. Eso es lo que afirman cuando dicen “yo creo en Dios”. Es lo mismo que decir: “no tengo ningún tipo de problemas en aceptar la existencia de un ser superior a quien llamamos Dios”.

Un buen número de personas confunden fe con confianza, es decir, en la espera de que algo o alguien no fallará. Eso es lo que quieren decir muchísimas personas cuando al referirse a una medicina o a un “guarapo” para curar alguna dolencia dicen: "yo le tengo fe a este remedio”; de igual manera, al referirse a las personas, dicen: “le tengo fe a Fulano”.

Ninguna de estas dos acepciones corresponde a lo que nos enseña la Sagrada Escritura ni a lo que nos enseña la Iglesia.

La fe es una virtud teologal, es decir, un don de Dios. Esa virtud consiste en el obsequio generoso y religioso de nuestra inteligencia y nuestro corazón a Dios y a su Palabra. Su Palabra la aceptamos como verdadera porque Dios no puede ni engañarse ni engañarnos. Esto quiere decir que la fe no es solo un cúmulo de creencias sino más bien una forma de vivir.

San Pablo en sus cartas hace un llamado a reconocer que la salvación se obtiene llevando a cabo la voluntad de Dios –por la fe– y no por el cumplimiento externo de las obras de la ley. La carta a los Hebreos, en el capítulo 11, teje una alabanza a Dios por diversos personajes de la Biblia que actuaron por su fe. Es en ese mismo capítulo se nos deja una definición de lo que es fe: “tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos”. Santiago en su carta describe lo que es tener fe: “Hermanos míos, ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe, si sus hechos no lo demuestran? ¿Podrá acaso salvarlo esa fe? Supongamos que a un hermano o a una hermana les falta la ropa y la comida necesarias para el día; si uno de ustedes les dice: "Que les vaya bien; abríguense y coman todo lo que quieran", pero no les da lo que su cuerpo necesita, ¿de qué les sirve? Así pasa con la fe: por sí sola, es decir, si no se demuestra con hechos, es una cosa muerta. Uno podrá decir: "Tú tienes fe, y yo tengo hechos. Muéstrame tu fe sin hechos; yo, en cambio, te mostraré mi fe con mis hechos." Tú crees que hay un solo Dios, y en esto haces bien; pero los demonios también lo creen, y tiemblan de miedo. No seas tonto, y reconoce que si la fe que uno tiene no va acompañada de hechos, es una fe inútil” (Sant 2, 14-20).

En otras palabras: la fe es vivir lo que Jesús nos enseña, llevar a la vida su Palabra, o como dice el Evangelio de hoy, dar frutos.

En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús nos ilustra cuáles son las diversas actitudes que se tienen ante la Palabra. Unos, ni se molestan en entender la Palabra, otros son inconstantes, otros dejan que las cosas de este mundo ahoguen la Palabra. Finalmente, hay otros que la escuchan y la llevan a la práctica. Solo queda saber cómo es nuestra fe.

¿Cómo es tu fe?

Dios te bendiga.

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