Ir al contenido principal

Vallita

En la Sagrada Escritura no existe la tradición de celebrar el aniversario de nacimiento. De hecho, solo se narran dos celebraciones y fuera del ámbito de la vida de Israel, y ocurrieron en esas celebraciones acontecimientos trágicos. En Israel las celebraciones eran fundamentalmente religiosas, la más importante de todas: la Pascua.

Una de las razones por la que no se celebraban los cumpleaños es lo complejo del calendario judío. Por lapsos de diecinueve años, los meses iban variando añadiéndose días y hasta algún mes. En la práctica, les era imposible fijar la fecha exacta del propio nacimiento.

Fuera del ámbito cultural hebreo, la celebración del día del nacimiento tenía una relevancia particular y en algunas culturas hasta cierto contenido religioso.

Siguiendo la máxima de San Pablo: “Examínenlo todo y quédense con lo bueno” (1Tes 5, 21), la Iglesia introdujo en la liturgia la celebración de tres nacimientos: el de Nuestro Señor Jesucristo, el de San Juan Bautista y el de Nuestra Madre la Virgen María. La fecha del 8 de septiembre fue fijada por la tradición bizantina, porque ese día comienza, para ellos, el año litúrgico.

La celebración cristiana del cumpleaños hunde sus raíces en la alegría y el agradecimiento a Dios por concedernos el don de la vida. La celebración del nacimiento de la Virgen María es también un motivo de alegría: Dios ha concedido el don de la vida a la Madre de su Hijo y Madre Nuestra. Esta mujer que es y ha sido grande porque no solo ha mirado la humildad de su sierva, sino también porque el Todopoderoso ha obrado grandes por ella y por eso la llamarán bienaventurada todas las generaciones.

Los latinoamericanos, y en especial, los venezolanos recurrimos mucho al uso de los diminutivos. No es raro decir o escuchar: “ahorita”, “un momentico”, “un cuartico de jugo”, etc.

Más allá del uso ordinario de los diminutivos, cuando se le tiene un cariño especial a alguien, en alguna ocasión y si el nombre lo permite, se le llama con el diminutivo. Así, no es raro que se dirijan al Párroco con el nombre de “padrecito”, o a una persona ya adulta, pero que ha sabido ganarse el aprecio de muchos se le trate con el diminutivo: Pedrito, Carmencita, Joseíto.

Ya los venezolanos solemos dirigirnos a Nuestra Madre con el título de “Virgencita”. Eso denota el gran cariño que le tenemos. Sin embargo, en el único caso en que se le trata con el diminutivo a su advocación propia es a la patrona del Oriente venezolano. No solo en la Isla de Margarita, sino ya en muchísimas partes del país, se refieren a Nuestra Madre del Cielo en su advocación de Nuestra Señora del Valle del Espíritu Santo de Margarita con el título de “Vallita”.

Es indudable el cariño a esta advocación de la Virgen, a la que acompaña el epíteto: “la más tierna y dulce de las madres” es la que más se ha extendido por Venezuela. Mal haríamos los venezolanos en convertirlo en solo una cosa folklórica, vaciándolo totalmente de contenido religioso.

Si la celebración de hoy no va acompañada del compromiso de vivir como buenos hijos de Dios, la fiesta de hoy se convierte en hipocresía. Sería igual que un hijo que le da dolores de cabeza todo el año a su mamá, pero le hace una tremenda fiesta de cumpleaños.

La fiesta de hoy es un compromiso: honro a mi madre del cielo porque soy un buen hijo de Dios.

¡Que Dios y Vallita te bendigan!

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

1) Composición de lugar             El Señor está consciente de que su hora de morir ha llegado. 2) Confianza y abandono La oración de Jesús, en este momento de sufrimiento —« Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu »— es un fuerte grito de confianza extrema y total en Dios. Esta oración expresa la plena consciencia de no haber sido abandonado.

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

1) Lo que esperamos obtener de Dios no siempre es lo mejor para nuestra vida . Más de una vez nos habremos dirigido al Señor pidiéndole algo seguramente importante. Y más de una vez el Señor no nos concedió lo que le pedimos. Sin embargo, no nos debe quedar la menor duda de que lo que ocurrió redundará siempre en nuestro bien, aunque en el momento no lo entendamos o no lo veamos con claridad. Marta y María le mandan a avisar a Jesús que Lázaro está muy mal. Jesús no responde inmediatamente. Finalmente, Lázaro fallece. Cuando Jesús se hace presente, Marta le dice: “Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Marta esperaba que el Señor sanase a su hermano, pero no imaginó nunca que fue lo mejor que pudo pasar, porque con ello dio una muestra fuerte de su poder y su hermano volvió a la vida. 2) La verdadera vida está en Jesucristo . Hoy el término “vida” está relacionado más con el desorden y el placer. Y eso no es vida. La verdadera vida es la comunión de vida y a

¿Cómo actúa el Espíritu Santo en nosotros y en la Iglesia?

Es una pregunta interesante. No responderla implica el repetir hasta la saciedad que el Espíritu Santo actúa en nosotros y no tener idea de qué estamos hablando. Básicamente, el Espíritu Santo actúa ordinariamente de dos modos. Primero : El Espíritu Santo nos concede la misma vida de Dios. En los sacramentos, nosotros recibimos la gracia santificante. Esto quiere decir que recibimos la condición de hijos de Dios en el bautismo y, mientras tengamos la intensión de vivir según la Voluntad de Dios (eso es vivir en santidad) conservaremos esa amistad con Dios. Si por debilidad, descuido, pereza o maldad perdemos la gracia de Dios, el Espíritu Santo nos concede el perdón por el sacramento de la confesión. El Espíritu Santo hace posible nuestra vinculación con la familia de los hijos de Dios. Segundo : Con sus dones. En la tradición bíblica y en la tradición cristiana católica se identifican siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, pieda