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Mostrando entradas de junio, 2024

No escuchar voces agoreras

 En el Evangelio de la Santa Misa de este domingo (Mc 5, 21-43), escuchamos el relato de dos curaciones que hace el Señor. La primera tiene que ver con una mujer que padecía de hemorragias y sufría mucho. Habiendo escuchado hablar del Señor, se acerca a Él para ser curada. La segunda curación responde a la petición del jefe de la sinagoga, Jairo, en favor de su hija quien estaba prácticamente en las últimas. El Señor responde a la petición y, yendo de camino, le hacen saber que la niña ya murió. Nuestro Señor, al final, devuelve la vida a esa niña y se la entrega a su padre.  Una de las actitudes más comunes en las personas que no tienen fe es la del derrotismo. Esa actitud tiene como principal indicador el siguiente: si no lo pude hacer con mis propias fuerzas, entonces, no es posible hacerlo, y a todo aquel que lo intente, le voy a repetir hasta el cansancio que no es posible.  Esa actitud derrotista lleva a veces a burlarse y hacer nacer en otros el sentimiento de desaliento. Cuando

El símil de la tormenta

 Las lecturas de este domingo son una clara invitación para que nosotros veamos la realidad y la experiencia de nuestra vida con otros ojos. Como escuchamos en la segunda lectura (2Co 5, 14-17), para los que hemos abrazado la fe en Cristo Jesús todo es nuevo. San Pablo nos invita a juzgar todas las cosas no solo con criterios humanos sino también con los criterios de la fe. De esta manera, el cristiano entiende que no todo está bajo su control y que no puede disponer de todas las cosas según su voluntad. Es necesario que entendamos que hay cosas que están fuera de nuestro dominio. Tal vez los momentos que nos llenan más de preocupación son aquellas que suponen de algún modo algún peligro para nosotros. Es tal vez el momento en que nos sentimos más vulnerables y es la ocasión más propicia para que nos acordemos de que hay Alguien que está por encima de todo y que es Todopoderoso. Y es eso precisamente lo que escuchamos en el Evangelio de nuestra Santa Misa (Mc 4, 35-41). El símil más pe

Formamos parte del Reinado de Dios

  Este domingo escuchamos algunas parábolas del Señor que tienen como objetivo explicarnos qué cosa es el Reinado de Dios. Aunque queramos saberlo todo de una vez, el Señor sabe que es mejor ir poco a poco. Tiene su sentido pedagógico: Si lo conocemos todo de una vez, solo lograremos satisfacer nuestra curiosidad, pero no crecemos interiormente. El Reinado de Dios, enseña el Maestro, es una comunidad que va creciendo sin que exista necesariamente una explicación científica: el Señor va transformando los corazones cuando son fieles a la gracia del Espíritu. A veces no requiere una razón en específico. En muchas ocasiones, personas buscan la paz, buscan llenar un vacío interior o encontrar algo que le dé sentido a la vida, no buscando necesariamente a Jesús. Pero son sinceras y honestas, y saben responder a las mociones del Espíritu. Y así va creciendo el Reinado de Dios. El elemento importante es cómo recibimos la Palabra y cuánto dejamos que dé frutos en nuestra vida. Si dejamos que el

El reino del mal y la Familia de Cristo

 Hoy las lecturas de la Santa Misa son ricas en contenido. Se podría reflexionar sobre múltiples temas, pero me detendré sobre un par de ellos. Las lecturas nos hablan de la existencia del demonio. Ya en la primera lectura (Gn 3, 9-15) escuchamos el relato conocido como el del pecado original, y allí, el autor sagrado quiere dejar constancia de que un ángel malo quiere apartar los corazones de los hijos de Dios. Y el pasaje del Evangelio (Mc 3, 20-35), el Señor no solo reafirma eso, sino que pone en evidencia la afirmación ridícula de que la acción de Cristo es obra del demonio. El Maestro afirma que el demonio tiene como razón de su existencia hacer que los hijos de Dios aparten su corazón y su vida del trato con Dios. Por eso, todo lo que pueda apartarnos del amor de Cristo tendrá el título de “demoníaco”. No obstante, eso, hay una situación peor: poner en duda el poder de Cristo y su salvación. Eso es lo que Cristo Jesús llama “blasfemia contra el Espíritu Santo”.  Al contrario de q