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Ciudadanos del Reino

 En la lectura de nuestra Santa Misa de hoy el maestro nos propone una serie de imágenes para explicarnos qué cosa es el Reino. Entre ellas destaca una a la cual los discípulos le piden a Jesús que les diga cuál es su significado.

Se trata de la parábola del trigo y la cizaña. Los trabajadores se dan cuenta que entre el trigo hay una maleza muy similar al trigo pero que no sirve para nada y se llama cizaña. Se lo dicen al dueño del campo y este decide dejarlos crecer juntos hasta la ciega momento en el cual separarán el trigo de la cizaña.

El Maestro explica su significado: “El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados, y los arrojen en el horno encendido” (Mt 13, 37 – 42).

Ciertamente podríamos hacer una serie de reflexiones sobre esta parábola del Señor. Quiero detenerme en una que considero de particular importancia y que con una extrema facilidad los creyentes en Cristo Jesús pueden dejar en el olvido. Entre otras cosas el Señor quiere enseñarnos que nuestro peregrinar terreno inevitablemente está marcado por la convivencia con personas falsas, de mal corazón y que odian a Nuestro Señor.

Lejos de ser un motivo para lamentos, es una suerte de estímulo para vivir con mayor vigor y coherencia nuestra relación con Jesucristo. Ser ciudadanos del reino de Dios no es otra cosa que aceptar a Jesucristo como nuestro Salvador y hacer de Jesucristo nuestro Rey y Señor, haciendo el generoso obsequio de nuestra voluntad al camino de salvación que Jesucristo nos ha propuesto. Siendo buenos ciudadanos del Reino de Dios, cuando llegue el momento de la siega (el momento de encontrarnos con Jesucristo justo juez) seremos hallados dignos.

Mientras llega ese momento, nos tocará encontrarnos a lo largo de nuestra vida con personas de mal corazón, hipócritas, falsas, y, por supuesto, quienes odian frontalmente a Jesús y a su Iglesia. Ellos también están llamados a la conversión: “al pecador le das tiempo para que se arrepienta” (Sab 12, 19) Y repito, no debe ser ni motivo de desánimo ni motivo para escandalizarnos. Vamos a encontrarnos con esas personas siempre, dentro y fuera de la Iglesia. Nosotros debemos permanecer firmes en el seguir a Jesús.

Seamos los mejores ciudadanos del Reino de Dios. Que el Rey del cielo nos bendiga hoy y siempre.

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