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De la presentación del Señor aprendemos...

 Que como para Simeón, el sentido pleno de la vida es un encuentro con el Señor Jesucristo…

En el pasaje del Evangelio de nuestra Santa Misa, escuchamos de un personaje llamado Simeón. Dice de él que era un hombre justo, es decir, que era un hombre santo y que aguardaba el cumplimiento de la promesa hecha a Israel: él no moriría sin antes ver al Mesías prometido.

Cuando María y José entraban en el templo con el Niño Jesús, Simeón reconoció al Dios hecho hombre. Una vez tenido ese encuentro con Jesús, Simeón entendió que el sentido de su vida había sido alcanzado en plenitud. Por eso eleva al Señor una acción de Gracias y, al mismo tiempo, le hace saber que, habiendo encontrado a Jesucristo, su vida ya estaba completa con lo cual podía disponer de ella cuando quisiera.

Todos los cristianos tenemos que redescubrir que nuestra vida como creyentes solo tiene sentido si tenemos un encuentro con Jesús. Ese encuentro debe ser personal e íntimo, de tal manera que nuestra vida comience un cambio que se traduzca en una nueva manera de pensar y vivir.

Que Jesucristo es la luz del mundo…

En su cántico Simeón declara que Jesucristo ha sido presentado ante todos los pueblos luz para alumbrar a las naciones. La Iglesia ha entendido siempre esta proclamación en el sentido más definitivo: la persona de Cristo y su mensaje de salvación iluminan todos los aspectos de nuestra vida.

Hoy tristemente la sociedad actual ha asumido como un principio el que las convicciones religiosas solo deben aplicarse dentro del perímetro del templo o circunscribirse a actividades que tengan como fin un acto de culto. Y eso no ha sido verdad, no es verdad y jamás lo será.

La persona que ha encontrado a Jesús y ha hecho entrega de su vida a Él no puede ni debe dejar de proclamar con sus palabras y su vida su fe en Cristo Jesús. Por eso todo en la vida del creyente, desde su vida personal y familiar hasta la vida política, social y económica está iluminada por la Palabra y la persona de Cristo Jesús. No puede jamás aceptarse como principio que la doctrina de Cristo no pueda influir en la vida social.

Cada uno de nosotros es responsable de hacer que esa luz de Cristo hoy llegue a todos los hombres y todos los ambientes. Negociar con los valores de Cristo no es una opción. Por eso esta fiesta de la presentación del Señor nos enseña no solo que Cristo que Jesús es la luz del mundo, sino que nosotros somos los responsables de que esa luz llegue a todos los hombres.

Que la luz del mundo y la gloria de Israel nos bendigan hoy y siempre.

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