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El día en que todo cobra sentido

Hoy es la Pascua de Resurrección. Hoy Jesús da el paso de la muerte a la vida. Hoy es el día en que todo cobra sentido para el creyente.

Nosotros profesamos nuestra fe en Jesús, muerto y resucitado. Es la resurrección -su victoria definitiva- lo que da un sentido a todo lo que el Maestro nos ha enseñado. Eso le pasó a los Apóstoles, como escuchamos en el Evangelio: “hasta entonces no habían entendido” (Jn 20, 9).

San Pablo, en la primera carta a los corintios (1Co 15, 14), afirma categóricamente que si Cristo no ha resucitado, nuestra fe es vana. Y tiene razón: nuestra fe carecería de sentido. En primer lugar, pondríamos nuestra fe en un muerto y no en Alguien que vive y reina. Después, pondríamos nuestra esperanza solo en esta vida porque no esperaríamos la vida eterna futura que Dios ha prometido. La consecuencia es inmediata: actuar bien y con corrección no tendría sentido porque no tendría mérito alguno.

¡Pero Cristo sí resucitó!

Por eso cada acción buena que hacemos vale la vida eterna, porque es el bien que hacemos al Señor (Mt 25, 40) y por eso el amor es nuestra insignia. Y si fallamos, Él siempre se muestra dispuesto a perdonar nuestros pecados, como lo escuchamos en la primera lectura de la Santa Misa (Hch 10, 43).

Por eso, buscamos los bienes del cielo, donde está Cristo, como escuchamos en la segunda lectura de la Santa Misa (Col 3,1-4). Nuestra esperanza no termina en esta vida, como las personas que viven sin fe, sino que está puesta en la vida eterna.

Y por eso nuestra fe da un sentido nuevo a toda nuestra vida: porque no toda razón de lo que nos ocurre se encuentra en las leyes físicas o psicológicas, sino que encuentra un significado más profundo e integral en Cristo Jesús.

Por eso nuestra fe está puesta en Alguien que vive y reina, inmortal y glorioso, vivo y resucitado, por los siglos de los siglos. Amén.

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