Ir al contenido principal

¡Audacia! ¡Somos hijos de la luz!


Después de relatar la parábola del administrador injusto, el Señor deja una reflexión: “los hijos de este mundo son más astutos con su propia gente que los hijos de la luz” (Lc 16, 8). Y esto es un aviso para los creyentes en Cristo Jesús de todos los tiempos.
--
No obstante, el Señor deja entrever otra enseñanza. Nos hace ver la sagacidad y la astucia con la que actúan los hijos de las tinieblas, pero reclama que esa misma sagacidad y astucia para el bien faltan en los hijos de la luz. Y, nuevamente, el Señor tiene razón: aún cuando sabemos que vamos por el camino del bien y que estamos haciendo lo correcto, somos timoratos.
--
Encontramos miles de “peros” para extender el Evangelio o para realizar una buena acción. Siempre se encuentran “mil cosas más importantes”.

“Sudamos” para entregar una publicación con un mensaje cristiano, pero, un distribuidor de drogas se ingenia para expandir su “mercado” con nuevas estrategias o un esotérico anda al acecho de nuevos tontos a quien sacarle dinero.

Los cristianos callan ante el mal y tienen pánico de anunciar a Jesucristo. De esa manera, dejamos espacio para que el Enemigo Malo extienda su acción en el mundo.
--
Debemos sacudirnos los miedos y las excusas. Pongamos en acción las facultades que el Señor nos ha dado para que el bien y el Evangelio lleguen a los corazones de todos. ¡Somos hijos de la luz!
--
El cristiano católico de hoy se ha olvidado de que es hijo de la luz, de la vida, de la verdad. Hemos de llevar la luz de Cristo, la misma vida de Dios y la verdad que salva a los demás: “Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2, 5).

Comentarios

Entradas populares de este blog

“Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23, 46)

1) Composición de lugar             El Señor está consciente de que su hora de morir ha llegado. 2) Confianza y abandono La oración de Jesús, en este momento de sufrimiento —« Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu »— es un fuerte grito de confianza extrema y total en Dios. Esta oración expresa la plena consciencia de no haber sido abandonado.

¿Qué nos enseña el pasaje de la resurrección de Lázaro?

1) Lo que esperamos obtener de Dios no siempre es lo mejor para nuestra vida . Más de una vez nos habremos dirigido al Señor pidiéndole algo seguramente importante. Y más de una vez el Señor no nos concedió lo que le pedimos. Sin embargo, no nos debe quedar la menor duda de que lo que ocurrió redundará siempre en nuestro bien, aunque en el momento no lo entendamos o no lo veamos con claridad. Marta y María le mandan a avisar a Jesús que Lázaro está muy mal. Jesús no responde inmediatamente. Finalmente, Lázaro fallece. Cuando Jesús se hace presente, Marta le dice: “Si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano”. Marta esperaba que el Señor sanase a su hermano, pero no imaginó nunca que fue lo mejor que pudo pasar, porque con ello dio una muestra fuerte de su poder y su hermano volvió a la vida. 2) La verdadera vida está en Jesucristo . Hoy el término “vida” está relacionado más con el desorden y el placer. Y eso no es vida. La verdadera vida es la comunión de vida y a

¿Cómo actúa el Espíritu Santo en nosotros y en la Iglesia?

Es una pregunta interesante. No responderla implica el repetir hasta la saciedad que el Espíritu Santo actúa en nosotros y no tener idea de qué estamos hablando. Básicamente, el Espíritu Santo actúa ordinariamente de dos modos. Primero : El Espíritu Santo nos concede la misma vida de Dios. En los sacramentos, nosotros recibimos la gracia santificante. Esto quiere decir que recibimos la condición de hijos de Dios en el bautismo y, mientras tengamos la intensión de vivir según la Voluntad de Dios (eso es vivir en santidad) conservaremos esa amistad con Dios. Si por debilidad, descuido, pereza o maldad perdemos la gracia de Dios, el Espíritu Santo nos concede el perdón por el sacramento de la confesión. El Espíritu Santo hace posible nuestra vinculación con la familia de los hijos de Dios. Segundo : Con sus dones. En la tradición bíblica y en la tradición cristiana católica se identifican siete dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, pieda