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¿Qué parte de "Todopoderoso" no entendiste?


Toda la historia de la salvación está guiada por varios hilos, uno de ellos es éste: el pueblo debe confiar en el Poder de Dios. Yahveh quería enseñarles que, si confían en Él, pueden hacer cosas grandes, ¡inmensas!

Recuerda, por ejemplo, que, sin un ejército. Israel venció a los Egipcios y conquistó la tierra prometida, Gedeón con trescientos hombres acabó con el ejército madianita, David con una piedra derrotó a Goliat y puso en fuga al ejército filisteo. Hace poco escuchamos cómo Jesús dio a comer a más de cinco mil hombres sin contar mujeres y niños con cinco panes y dos peces.

El Señor Jesús quiere enseñarnos que Él es Todopoderoso y que debemos poner nuestra confianza en Él a la hora de hacer lo que nos pide y a no escuchar las voces que quieren hacerte desistir: así le dijo a Jairo (Mc 5, 35-36) o a Marta (Jn 11, 40).

Hoy, en la primera lectura de la Misa el profeta Isaías nos invita a dejar los miedos a un lado, que el Señor está con nosotros y con Él podremos hacer cosas maravillosas. De igual manera, el Evangelista da testimonio de la confesión de los judíos: Todo lo ha hecho bien.

En nuestra vida cristiana y de apostolado olvidamos con frecuencia este aspecto fundamental de la vida en Cristo. Así nos lo recuerda en Santo Padre en la exhortación Gaudete et exultate: “la santidad es parresía: es audacia, es empuje evangelizador que deja una marca en este mundo. Para que sea posible, el mismo Jesús viene a nuestro encuentro y nos repite con serenidad y firmeza: «No tengáis miedo» (Mc 6,50). «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20).” (n. 132)

El mismo Santo Padre Francisco nos enseña que los enemigos de esta confianza en Jesús son el miedo, el cálculo y la costumbre: “Necesitamos el empuje del Espíritu para no ser paralizados por el miedo y el cálculo, para no acostumbrarnos a caminar solo dentro de confines seguros. Recordemos que lo que está cerrado termina oliendo a humedad y enfermándonos” (n. 133) “La costumbre nos seduce y nos dice que no tiene sentido tratar de cambiar algo, que no podemos hacer nada frente a esta situación, que siempre ha sido así y que, sin embargo, sobrevivimos. A causa de ese acostumbrarnos ya no nos enfrentamos al mal y permitimos que las cosas «sean lo que son», o lo que algunos han decidido que sean. Pero dejemos que el Señor venga a despertarnos, a pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a liberarnos de la inercia. Desafiemos la costumbre, abramos bien los ojos y los oídos, y sobre todo el corazón, para dejarnos descolocar por lo que sucede a nuestro alrededor y por el grito de la Palabra viva y eficaz del Resucitado” (n. 137)

El Señor hizo cualquier cantidad de milagros. Hasta resucitó muertos. Cuando debas hacer algo en nombre de Cristo, y tengas miedo, o confíes solo en tus cualidades humanas, o te tiente la comodidad de la costumbre, piensa: “Jesucristo es Topoderoso. ¿Qué parte de “Todopoderoso” no entiendo?”

Dios te bendiga.

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