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La Lógica humana y la lógica del creyente en Cristo


Una de las cosas que más preocupa a la mayoría de los creyentes es el que “los demás” puedan decir algo de él, que destroce su fama y haga infructífero el testimonio de vida que procura en cada momento de su vida. Esa preocupación es inútil, porque “los demás” siempre tendrán algo que decir de los creyentes pues, precisamente, el testimonio de vida resulta incómodo para “los demás”.

En la primera lectura, del libro de la Sabiduría, hemos escuchado la lógica de los hombres: “Se dijeron los impíos: «Acechemos al justo, que nos resulta incómodo: se opone a nuestras acciones, nos echa en cara nuestros pecados, nos reprende nuestra educación errada»”. El pasaje quiere poner en resalto el hecho de que los impíos (“los demás”) saben que su conducta es mala, es pecaminosa. Pero el orgullo y la soberbia ciegan de tal modo el corazón que, en lugar de enmendarse, quieren eliminar todo lo que les recuerde su mal comportamiento.

Esa misma lógica humana la escuchamos en el Evangelio. El Señor Jesús les enseña a sus discípulos que la pasión es el camino obligado para la victoria definitiva, sin embargo, el diálogo de los apóstoles va por otro camino: ¿quién de ellos es el más importante? El Señor Jesús, que lo sabe todo, les pregunta sobre su seguramente animada conversación, pero, ellos, sabiendo que habían actuado mal, callan. Entonces, el Señor Jesucristo aprovecha para enseñarles la lógica del creyente en Cristo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos

Un enemigo de la vida cristiana es anteponer la Palabra de Dios a la palabra de los hombres. El creyente tiene como primer criterio la Voluntad salvadora de Cristo, no la opinión de “los demás”. Como creyente debes quitarte el lastre de la opinión negativa de “los demás”, porque eso es inevitable: ni siquiera el Dios y hombre perfecto, Jesús, pudo librarse de eso. Tampoco debes introducir criterios humanos en la vida cristiana o en la vida de la Iglesia: eso distorsiona el mensaje de Cristo. Hoy el Señor nos enseña que, en la Iglesia, la comunidad de creyentes no cabe la lógica humana del poder, sino la lógica del creyente del servicio.

No lo olvides: primero la Palabra de Dios y no la palabra de los hombres.

Dios te bendiga.

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