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El banquete



El Maestro –Jesús– se sirve de diversas imágenes para enseñar la historia de la salvación. Hoy utiliza la imagen de una fiesta a la que invita a los más allegados (al pueblo de Israel). Ellos rechazan esa invitación. Las razones podrían ser muchas como se enumeran en Lc 14, 18 – 20. El Rey reitera la invitación a la boda de su hijo. Y se reitera la negativa de los invitados.
Aunque la imagen primera es el Pueblo de Israel que recibió reiteradamente la invitación de Yahweh a la fiesta de bodas del hijo. Esa fiesta o banquete es un símbolo de la alegría del encuentro con el Señor. Hay fiesta, alegría, gozo cuando un alma se acerca al Señor, se encuentra con Él.
Para poder participar de esa fiesta – banquete hay que llevar el traje de fiesta. En la época en que el Señor peregrinó por Israel / Palestina existía la costumbre de tener trajes para ocasiones. Había trajes de luto, trajes de viudez y había también trajes para fiestas. Éstos eran normalmente blancos o de color claro, e iban ceñidos con un cinturón de cuero. Por supuesto, llevaban el manto con sus flecos.
El ponerse el traje de fiesta indica una situación especial: significa conversión, frutos de buenas obras, obras de justicia y santidad. San Pablo utiliza la imagen de quitarnos lo malo – revestirnos de lo bueno. Así leemos en la carta a los Romanos: Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y revistámonos de las armas de la luz. Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos; nada de rivalidades y envidias. Revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupéis de la carne para satisfacer sus concupiscencias. (Rom 13, 13-15)
Hay un individuo que se presentó al encuentro con el Señor sin frutos de conversión y santidad. Su silencio ante el Rey no es otra cosa que no tener ningún tipo de razón ni de argumentos por no llevar una vida digna. Y el resultado será inevitable: ¡fuera de la felicidad que el Señor te regala!
Hoy el Señor te llama a la felicidad del encuentro con Jesús. Y el Señor te reiterará el llamado muchas veces a lo largo de tu vida. Para participar de ese banquete, de esa fiesta debes revestirte con frutos de conversión, de obras buenas, de obras de justicia, de santidad. No pongas excusas y disponte a participar de la fiesta del encuentro con el Señor.
¡Jesús te bendiga!

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