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BUSQUEN LOS BIENES DE ARRIBA, DONDE ESTÁ CRISTO


Desde siempre ha habido un debate –por lo demás, estéril– sobre los bienes materiales y la pobreza en el seguimiento a Cristo. Hoy el Señor en el Evangelio nos enseña la justa solución.

La falta de profundidad en el pensamiento moderno se deja llevar por frases hechas, sin meditar o profundizar en el alcance. Los políticos se especializan en manejar las emociones sobre la pobreza o la riqueza. Rara vez encontrarás un político que no viva bien. Venden ilusiones, pero no soluciones.

La condición de cada quien debería ser tal que no le brindara preocupaciones por su bienestar actual y futuro. Quien carece de ellos, vive en una angustia permanente. Por eso, ser pobre de bienes no es bueno. El cristiano debe vivir bien, y debe orientar su vida para vivir bien.

Ahora bien, no importa cuál sea nuestra condición actual. El cristiano no debe perder de vista que está llamado a buscar los bienes más excelsos: los que dan la vida eterna. Los bienes de la tierra no le procurarán la salvación.

En el Evangelio, el Señor llama la atención a sus discípulos porque acuden a Él para que resuelva un litigio entre parientes. Y el Señor responde, justamente, que ésa no es su misión. Aprovecha para enseñar a sus discípulos que la preocupación mayor de un creyente no es la de acumular bienes en la tierra. De hecho, es un mandato de Jesús: “Eviten toda clase de avaricia”. La avaricia es el afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas.

¿Por qué la avaricia no es buena? San Pablo nos dice que es una forma de idolatría (una forma de poner a algo en el lugar de Dios) y en eso tiene razón. El avaro o el codicioso orienta su vida no en función de un mensaje de salvación, sino para acumular dinero, solo por acumularlos. Jesús nos dice: “porque la vida del hombre no depende de la abundancia de los bienes que posea”.

Hoy la avaricia o la codicia no es solo dinero. Son bienes en general: teléfonos celulares, bebidas alcohólicas, ropa, moda, fama, reconocimiento social etc. Y como es más sutil, es difícil para muchos identificarlos. Los chicos hoy no se dan cuenta, por ejemplo, de lo vano que es perder la paz del corazón por adquirir o ponerse algo que está “a la moda”. Es cuestión solo de satisfacer el deseo de llamar la atención de los demás o de ser aceptado por otros, que al fin y al cabo, no lo ayudarán ni a vivir ni a alcanzar la vida eterna.

Por ello, la invitación del Señor a vivir “la pobreza de espíritu” sigue vigente y actual. Es vivir desprendido de los bienes de la tierra sin perder de vista jamás que estamos llamados a renovarnos según Cristo. Ya lo escuchamos de San Pablo: “Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos juntamente con él. Den muerte, pues, a todo lo malo que hay en ustedes: la fornicación, la impureza, las pasiones desordenadas, los malos deseos y la avaricia, que es una forma de idolatría. No sigan engañándose unos a otros; despójense del modo de actuar del viejo yo y revístanse del nuevo yo, el que se va renovando conforme va adquiriendo el conocimiento de Dios, que lo creó a su propia imagen”.

Por eso: vive bien, pero, hazte rico -¡millonario!– ante Dios.

Dios te bendiga.

Comentarios

  1. Excelente homilía para propiciar la reflexión en el mundo actual. Muchos de nosotros, nos identificamos como cristianos sin mirar primero nuestros propios defectos y carencias espirituales antes que las materiales, cuando la verdadera felicidad y gozo lo dan las cosas por las cuales no pagamos nada: el amor de la pareja, de la familia, un rato de tranquilidad, el contemplar la naturaleza...

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