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 Hoy para la inmensa mayoría de las personas, por no decir todos, se celebra el año nuevo. Esa inmensa mayoría olvida que hoy es una fiesta de la Virgen, la primera de todas: Santa María Madre de Dios.

Hoy es un día con un significado arbitrariamente atribuido. El mundo celebra el primero de enero como el inicio del año desde el 1582, cuando el Papa Gregorio XIII introdujo una modificación al calendario juliano y estableció que el año iniciaría no el 25 de marzo, sino el 1 de enero. Con lo cual, no existe alguna razón necesaria para que sea este día.

Esa realidad puede ser iluminada por la luz del Evangelio. Puede ser ocasión de lo que en algunos deportes llaman “stop and go”, un parar y seguir. Parar, para mirar atrás y ver aciertos y errores, virtudes y pecados. Parar, para pedir perdón al Señor por las deficiencias que hayamos tenido. Parar, para dar gracias a Dios por todos los beneficios que hemos recibido de su generosidad. Seguir, para aprender de lo pasado y mejorar mi futuro. Seguir, para corregir los entuertos que haya podido generar. Seguir, para poner en práctica el proyecto de Dios sobre mí y sobre el mundo.

Hoy la Iglesia celebra la solemnidad de Santa María Madre de Dios. Justo ocho días después de celebrar su nacimiento, el día en que los judíos circuncidaban a sus hijos y le imponían el nombre. Resulta ineludible hacer mención de ella hoy. En el Evangelio (Lc 2, 16-21) escuchamos también una actitud de María que haríamos bien en prestar atención y ponerla en práctica. María “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón”.

Debe formar parte de la espiritualidad del cristiano poner todas las cosas en la perspectiva de los ojos de Dios. Se trata de interpretar y encontrar un significado a todas las cosas buenas y malas que nos pasa a lo largo de nuestra vida. De esa manera iremos asimilando esos diferentes eventos en nuestro proyecto personal. No hacerlo de esa manera puede conllevar el peligro de que los seres humanos traten de encontrar una explicación diferente y por lo tanto un significado diferente a sus vidas. Es así como aparecen personas deterministas (las que dicen que eso está escrito en el destino), personas supersticiosas (que atribuyen los hechos a influencias de otras entidades) y personas irresponsables (que tratan de justificar las atrocidades de su vida con una serie de frases y excusas).

El meditar (que no es otra cosa que considerarlo todo en la presencia del Señor) nos ayudará a tener una fe más fuerte, una espiritualidad más sólida, una fortaleza psíquica superior y una madurez personal consistente.

El año comienza bajo el signo de María, Madre de Dios. Aprendamos de ella no solo la disponibilidad a cumplir la Voluntad de Dios, sino a guardar todos los eventos de nuestra vida y considerarlos en la presencia de Dios.

Que María interceda ante su Hijo para que su bendición nos acompañe todo este año que comienza.


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